SAN CARLO ALLE QUATTRO FONTANE

Es una pequeña joya del barroco romano del siglo XVII. Una síntesis de toda la creatividad artística de Borromini, que resume sus estructuras, su forma de concebir el espacio y los juegos de luces y sombras de sus superficies en continúo movimiento.

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Francesco Borromini (1599-1667) llegó a Roma hacia el año 1620 y se puso a trabajar como ayudante de su tío, el arquitecto Carlo Maderno (1556-1629). Hay que tratarlo como a un artista valiente, original y personalísimo, con un concepto de la arquitectura totalmente novedoso y sin raíces clasicistas. Fue considerado un excéntrico por el círculo de artistas de la época. Se le tachó de extravagante, quimérico e incluso de enfermizo, ya que era un hombre solitario y depresivo que acabó tristemente suicidándose.

Las obras de Borromini causaron un gran impacto en su momento. Tenían muchos más detractores que defensores, por eso su fama y su producción no fue tan grande como la de su antagonista Bernini. Actualmente se le considera uno de los grandes maestros de la historia de la arquitectura que aplicó todo su arte al servicio de la imaginación y la fantasía, creando estructuras dinámicas y espectaculares con un gran sentido de la ornamentación. A pesar de las críticas de sus contemporáneos, visto desde el siglo XXI, es el prototipo de artista barroco, un genio agitado, desmesurado y extremadamente creativo.

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San Carlino fue encargada en 1634 por la Orden de los Trinitarios Descalzos, una congregación que en su origen se dedicaba a la liberación de esclavos cristianos en manos de los musulmanes. Su construcción se hizo bajo el patronazgo del Cardenal Francesco Barberini (1597-1679), gran mecenas del arte. Se levantó en una antigua zona conventual situada en la Colina del Quirinal, un espacio hoy totalmente ocupado por edificios gubernamentales de la República Italiana. De todas las Casas de la Orden existentes en la actualidad en todo el mundo, es la única que se mantiene en funcionamiento ininterrumpido desde 1609, fecha en los trinitarios se instalaron en Roma.

La iglesia se erige en el cruce de dos calles llamadas actualmente Vía del Quirinale y Vía delle Quattro Fontane, trazadas a finales del siglo XVI como parte de la gran ampliación urbanística de Roma bajo el mandato del Papa Sixto V (1585-1590). Este cruce es el punto más alto del Quirinal y se diseñó para que desde el se viera el obelisco de Santa María la Mayor , el de Trinità dei Monti y el de Piazza del Quirinal.

En los cuatro chaflanes de la intersección se instalaron, entre 1588 y 1593, cuatro pequeñas fuentes de las que manaba el agua proveniente del viaducto del Acqua Felice. Cada una estaba decorada con una escultura de una divinidad reclinada dentro de una hornacina. Se cree que las figuras representan a las diosas Diana y Juno y a los dioses fluviales del río Tíber y el Arno. La primera fue diseñada por Pietro da Cortona y las otras tres por Domenico Fontana.

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Borromini se encontró con dos limitaciones a la hora de diseñar la iglesia, un presupuesto muy bajo, ya que la Orden no destacaba precisamente por su riqueza, y un terreno muy reducido e irregular para edificarla. Esto hizo que tuviera que tirar de ingenio para aprovechar el espacio, hecho probado ya que se conservan muchos diseños y planos diferentes del proyecto. Por el contrario, la falta de presupuesto no le generó ningún problema, ya que el uso de materiales muy simples, como el yeso o el ladrillo, era uno de los principios fundamentales de su arquitectura, los cuales modelaba con gran pericia.

Se construyó en tres fases: En primer lugar el claustro y las dependencias conventuales, proyectadas en 1635 y terminadas en 1644. En segundo lugar la iglesia, empezada en 1638 y en tercer lugar la fachada, empezada en 1664 y acabada en 1682, después de la muerte de Borromini, tomando el relevo de las obras su sobrino Bernardo Borromini (1643-1709), basándose en los dibujos del maestro.

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El edificio se compone de una iglesia elipsoidal junto con claustro rectangular y una serie de pequeñas estancias que los envuelven de manera muy creativa. Rápidamente adquirió fama y fue estudiada e imitada, más en el resto del mundo que en la misma Roma. Sus líneas ondulantes y sus juegos de luces y sombras influenciaron toda la arquitectura barroca europea del siglo XVII. Se cuenta que muchos extranjeros viajaban a Roma para dibujarla y para copiar sus planos, siendo considerada ya en su momento como la culminación del espíritu barroco.

CLAUSTRO

Se encuentra a la derecha de la iglesia. Es diminuto y tiene forma rectangular con los ángulos convexos, lo que le da dinamismo al espacio. Al no haber esquinas, la mirada del espectador sigue en movimiento continúo, ya que, sin los ángulos rectos de las esquinas, no encuentra puntos de referencia de planos diferentes.

Borromini consigue modular la luz gracias a los tonos claros con los que está pintado y a las cornisas que parten horizontalmente el espacio en dos pisos. Es un espacio extremadamente refinado, cuidado hasta el más mínimo detalle, como las balaustradas, cuya disposición alternativamente inversa, crea un efecto de claroscuros, así como la decoración del pozo octogonal con sencillas y elegantes volutas de hierro.

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IGLESIA

Es donde Borromini mostró toda su sabiduría. Ocupa la esquina del solar que coincide con uno de los cuatro chaflanes con fuentes que dan nombre al edificio. Es tan pequeña que se ganó el diminutivo de San Carlino.

Su interior se compone de un espacio de planta elíptica, con las paredes onduladas con un ritmo de movimiento marcado por dieciséis pilastras de orden corintio adosadas a los muros, que sostienen el entablamento, que sigue la misma curvatura de las paredes, sobre el que se elevan las pechinas que sostienen la cúpula. La cornisa es tan grande que supone una poderosa separación a la vista entre la cúpula y el espacio inferior del templo

Borromini creó un espacio único que, a partir de dos círculos tangentes, genera una serie de sinuosidades hasta dar como resultado una sola traza sin principio ni fin, al igual que sucede en el claustro. Paredes, nave y cúpula se conciben como una sola unidad que, en ningún caso podría descomponerse en elementos independientes.

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El conjunto es perfecto, la cúpula está adornada por casetones hexagonales y octogonales que dibujan cruces griegas con sus lados. Están dispuestos en perspectiva y convergen todos hacia el centro, donde está situada la linterna, dividida en superficies convexas y abierta con pequeñas ventanas a través de las que entra la luz que ilumina la iglesia. Los casetones son profundos para crear fuertes contrastes de luces y sombras. Además, se incorporaron aberturas en la base de la cúpula, ocultas desde el suelo, para iluminarla de forma rasante, consiguiendo con ello que brille de manera espectacular.

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Todo está ideado para que la visión se dirija directamente al altar mayor, presidido por una gran cuadro de Pierre Mignard, el Romano (1612-1695) que representa a San Carlos Borromeo junto a San Juan de Matha y a San Félix de Valois, fundadores de la Orden, rezando a la Santísima Trinidad. Debajo del cuadro hay un tabernáculo de mármol y alabastro que se ha atribuido a Borromini, por sus formas sinuosas. Flanqueando al altar hay dos grandes nichos en las paredes ocupados por las estatuas de San Juan de Matha y a San Félix de Valois, ejecutadas por el escultor español Isidoro Uribesalgo en el año 1900.

A la izquierda del altar hay una pequeña capilla hexagonal con un cuadro de “La Huida a Egipto” pintado por Francesco Romanelli (1610-1662) y el escudo de la familia Barberini esculpido en el techo. A la derecha hay una puerta que da acceso a la sacristía, el claustro y la cripta. Los cuadros colgados en los altares laterales no tienen excesivo interés artístico. A la derecha está el “Éxtasis de San Miguel de los Santos” de Amalia de Angelis de 1847 y a la izquierda “Éxtasis de San Juan Bautista de la Concepción“ de Prospero Mallerini de 1819.

Debajo de la iglesia está la cripta, con su mismo tamaño y planta, con nichos vacíos abiertos en las paredes destinados a enterramientos.

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FACHADA

Se construyó en mármol travertino, casi veinte años después de haberse acabado la iglesia. Está situada en la Via del Quirinale, una calle estrecha, por lo que la verticalidad no debía ser muy pronunciada. Para disimular su altura, Borromini alabeó la superficie de la fachada con entrantes y salientes cóncavo-convexos creando un efecto muy dinámico. Está dividida en dos pisos de igual extensión, distribuidos en tres calles verticales, enmarcadas por cuatro columnas con capiteles de fantasía inspirados en el orden corintio. Las tres calles del nivel inferior son convexa la central y cóncavas las laterales. Las del nivel superior son todas cóncavas. Estas ondulaciones de las paredes generan un efecto pictórico sorprendente.

La parte inferior se compone de dos niveles, uno a pie de calle, con la puerta de acceso a la iglesia en el centro flanqueada por dos ventanas ovales decoradas con festones, que tienen arriba una corona y abajo una pilastra decorada con una cabeza de ciervo con una cruz, el emblema de los Trinitarios. En el segundo nivel se abren tres hornacinas ocupadas por esculturas de los mismos santos del altar mayor, San Carlo Borromeo en el centro, esculpida en 1680 por el artista Ercole Antonio Raggi y San Juan de Matha y San Félix de Valois a los lados, esculpidas en 1682 por Sillano Sillani.

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La parte superior está abierta por un balcón en forma de tabernáculo convexo incrustado en la pared cóncava, flanqueado por dos ventanas , sobre las que están esculpidos los escudos de la Orden. Encima del balcón hay un conjunto escultórico formado por un gran óvalo sostenido por dos ángeles, obra de Cesare Dono, que en su origen tenía pintado un fresco de la Santísima Trinidad ejecutado por Pietro Giarguzzi en 1677 y hoy perdido. La fachada está coronada por una enorme cornisa cubierta con una balaustrada. El pequeño campanario construido en línea con el chaflán de la calle ocupado por la fuente del río Tíber y semioculto detrás de la fachada, se construyó en 1670 sustituyendo a uno anterior y es obra de Bernardo Borromini.

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San Carlino es una obra muy importante en la historia de la arquitectura porque, frente a la concepción tradicional de un edificio como un conjunto de elementos constructivos, columnas, paredes, techos, etc,… Borromini introduce el concepto de espacio, ideado como un elemento principal de la construcción, al que se podía dar forma y dirigir. Toda una nueva manera de entender la arquitectura en aquel momento, que abrió todo un mundo de nuevas posibilidades creativas y escenográficas en el diseño de edificios.

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Visité San Carlino el nueve de diciembre de 2017. Me quedé encantado de aquella maravilla e hice todas las fotos con mi firma que aparecen en el documento.