SAN JUAN DEL DUERO

Visité San Juan del Duero en junio de 2015. He confeccionado este trabajo en base a la información de algunas webs y libros consultados y lo he acompañado con mis propias fotografías del lugar. El monumento es uno de los monasterios más estudiados y analizados de toda la provincia, soy consciente de que se han elaborado estudios exhaustivos sobre el mismo, por lo que no pretendo hacer el trabajo definitivo ni sentar cátedra.

HISTORIA

San Juan del Duero es el nombre por el que se conocen los restos de un conjunto monástico románico situado a las afueras de la ciudad de Soria. Del complejo solo subsiste la iglesia y el claustro sin techar. Por sus dimensiones, se cree que no debió ser un centro de gran importancia y que la comunidad allí residente no sería muy numerosa.

La fecha exacta de su fundación no está constatada documentalmente. Hay teorías que sitúan su origen a principios del siglo XII. En aquella época, Soria pertenecía al Reino de Aragón y era una zona fronteriza con Castilla. El Rey Alfonso I de Aragón, conocido como El Batallador, había conquistado grandes territorios a los musulmanes, duplicando la extensión de su reino. Es en este contexto cuando la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, actualmente Orden de Malta, se estableció en la zona como apoyo en la labor de conquista y posterior repoblación de los territorios anexionados. La Orden se regía por la regla de San Agustín, vistiendo hábito negro con una cruz blanca de ocho puntas, correspondientes a las Ocho Bienaventuranzas.

Los terrenos sobre los que se asienta el monasterio fueron donados a la Orden en respuesta al extraño Testamento de Alfonso I el Batallador, fallecido en 1134, por el que legaba sus reinos a las Órdenes Militares de los Templarios, Hospitalarios y del Santo Sepulcro, con el objetivo de preservar la integridad de todos sus territorios. Dicho testamento nunca fue llevado a la práctica y las Órdenes renunciaron a él, seguramente para evitarse problemas con los herederos reales, aun así, se quedaron con las posesiones donde ya se habían asentado y desde las que ejercieron sus labores benéficas y piadosas.

Es probable que ya existiera en el lugar una pequeña iglesia templaria a partir de la cual los sanjuanistas edificaron el cenobio. La Orden tenía la obligación de mantener y conservar los edificios que se le cedían y aprovisionarlos de todo lo necesario para celebrar el culto religioso en ellos.

arte arquitectura medieval

El enclave de San Juan era muy estratégico, ya que se situaba extramuros de la ciudad de Soria, a los pies del Monte de las Ánimas y en la orilla misma del río Duero junto al “Puente Pedrina”, acceso oriental a la población en donde concurrían los caminos de Navarra y Aragón, un lugar muy propicio para la labor de protección y cobijo de caminantes, personas necesitadas y peregrinos a Santiago del Camino Castellano-Aragonés.

Hasta el año 1619 los documentos prueban que el estado del complejo era bueno. El conjunto dejó de ser monasterio durante una fecha indeterminada a principios del reinado de Felipe IV de España (entre 1621 y 1665), aunque la iglesia se mantuvo como lugar de culto. El abandono del conjunto se hace patente por primera vez en dos informes, uno de 1629 y otro de 1636, en los que se ordenaba reparar los tejados de la capilla y el claustro, y que no fueron atendidos. En 1640 se demolieron algunas estructuras ya inútiles porque estaba en ruina total. Actualmente no se tiene ni idea de cómo debieron ser las partes desaparecidas, más aún porque los cenobios sanjuanistas no seguían pautas rígidas en la distribución de las estancias, como era el caso, por ejemplo, de los monasterios cistercienses.

No se conocen las causas del abandono, pero seguramente serían las mismas que en el resto de enclaves sanjuanistas, primero la infravaloración artística del conjunto debido a su reducido tamaño, segundo los problemas económicos de la Orden, producidos por la corrupción de sus Comendadores, muchos de los cuales se apropiaban de los fondos recaudados para beneficio personal y tercero, la cesión de privilegios a otras autoridades ajenas a la Orden, lo que provocaba el desinterés y la especulación en su patrimonio.

A partir de 1735 se dejó de celebrar misa de forma regular en la iglesia y un informe de 1747 confeccionado por el Visitador de la Orden de Malta (la sucesora de los hospitalarios desde 1680), narraba el mal estado general del recinto, describiendo que en el interior de la iglesia “solo quedaba el retablo de la capilla mayor, de pino y sin dorar, con una talla de San Juan Bautista, a la que acompañaban un Santo Cristo pequeño y una Santa”, también hacía notar que el claustro estaba muy deteriorado. En 1787 el Ayuntamiento de Soria reparó el tejado de la iglesia, ya que allí continuaba celebrabándose una misa el día de San Juan a la que acudían los Jurados de Cuadrilla (grupos encargados de organizar las fiestas), pero aun así, el conjunto poco a poco fue cayendo en el abandono más absoluto.

A partir de 1840 la Sociedad Numantina de Amigos del País comenzó su restauración. También la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos impidió dos intentos de subasta en 1849 y 1855, que hubieran provocado la desaparición irremediable del conjunto.

románico soria- españa

Gustavo Adolfo Bécquer, que visitó Soria en numerosas ocasiones, apenado por el abandono del recinto, intentó sin éxito comprarlo y concienciar a la intelectualidad soriana para que lo convirtiera en un museo. La iglesia estaba desmantelada, llena de escombros y se usaba como establo, el claustro se había convertido en un huerto y en uno de sus muros se había construido una noria de agua. Para darlo a conocer a toda España, en 1861 escribió el relato corto “El Monte de las Ánimas”, recopilado en sus famosas Rimas y Leyendas. Una historia de terror gótico muy en la línea del Romanticismo que narraba unos hechos sobrenaturales relacionados con las ruinas del cenobio:

“Dentro de poco sonará la oración en los Templarios y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte. (…) Ese monte que hoy llaman de las ánimas, pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente”

En 1881 la Comisión Provincial de Soria recopiló mucha documentación sobre el viejo monasterio, consiguiendo que el 25 de agosto de 1882 fuera declarado Monumento Nacional y que la Dirección General de Obras Públicas del Ministerio de Fomento aprobara un proyecto de restauración por un importe de 2.600 pesetas. Las obras se limitaron al desescombro de la iglesia, la reparación de su techumbre, instalando la actual de armadura de madera con faldones a dos aguas y el desbroce, limpieza y aplanamiento de la zona del claustro.

En 1889, Nicolás Rabal, soriano gran estudioso del patrimonio de la ciudad y su provincia, escribía que los restos “…no aparentaban ser más que alguna ermita vieja abandonada, con su torre de espadaña y sin campanas, medio oculta tras las tapias de una casa derruida, más si guiándole hasta el extremo opuesto de la iglesia por donde tiene esta una entrada, penetra en su interior, quedará admirado al contemplar las bellezas que aquella iglesia y aquellas tapias encierran, porque el monumento, sin disputa, es lo más notable que puede verse en Soria”.

A partir de 1902, aunque el recinto aún se usaba para guardar ganado, se iniciaron algunas obras de restauración y recuperación del edificio. En 1916 se presentó un proyecto para cubrir el claustro que no se llevó nunca a cabo y en 1934 se convirtió en la sede del Museo Epigráfico, exhibiendo mosaicos e inscripciones del Museo Celtibérico. En 1973 pasó a formar parte del Museo Numantino de Soria, del que depende actualmente, convirtiéndose, en 1992 en parte de su Sección Medieval.

Excavaciones arqueológicas entre 1978 y 1996 localizaron, sobre todo en el lado sur del claustro, el emplazamiento de once estancias de los siglos XV al XVII, dos de ellas con enterramientos y una con un horno.

LA IGLESIA

Es un templo orientado canónicamente, este-oeste con cierta desviación hacia el nordeste. Mide unos 32 metros de largo por unos 10 metros de ancho y está compuesto de una sola nave rectangular rematada por un presbiterio recto y un ábside semicircular en la cabecera, dos elementos muy visibles desde el exterior y con una altura y anchura ligeramente inferiores a la de la nave, pero con una fábrica más cuidada. Las paredes de la nave tal vez pertenecen a una primitiva iglesia anterior, ya que son más antiguas que las del presbiterio y el ábside, añadidos que seguramente se edificaron al mismo tiempo que el claustro. Este tipo de iglesia es bastante común en el románico la zona, pudiéndose encontrar edificios similares en más de una veintena de pueblos sorianos, según la Enciclopedia del Románico en Castilla y León, publicada en 2002.

La puerta de acceso está en la mitad del muro sur y se compone de un arco de medio punto, dovelado y adornado con dos arquivoltas abocinadas. El interior de la iglesia es muy austero y oscuro. La nave está cubierta por una sencilla techumbre a dos aguas compuesta de teja árabe en su exterior y de vigas de madera en su interior, sustituidas varias veces a lo largo de los siglos. El presbiterio está cubierto con una bóveda de medio cañón apuntada y el ábside por una bóveda de horno. Entre la nave y el presbiterio se sitúa un arco triunfal de forma ojival compuesto por un arco fajón doble sustentando por dos semicolumnas con capiteles decorados con motivos vegetales, que permanecen casi ocultos detrás de los templetes laterales.

románico iglesia Castilla

Según Elías Terés Navarro, director del Museo Numantino, “La iglesia, reformada y ampliada, es románica de traza sencilla, construida con muros de mampostería y reforzada con arcos y bóvedas de sillería”. El método constructivo del edificio fue rápido y barato, mediante un encofrado de cal mezclada con piedras calizas y cantos rodados del río. Se utilizaron sillares de piedra arenisca en las esquinas de la nave, para reforzar la estructura, en la cabecera, por ser esta zona más cuidada, y también en los vanos de puertas y ventanas y en el arco triunfal.

Es posible que las paredes del templo estuvieran revestidas de pinturas, como en muchos otros templos de la época, pero no ha quedado huella de ello, solo se sabe que estuvieron enlucidas tanto en el interior como en el exterior.

Hay dos baldaquinos situados en los laterales del presbiterio, a los pies del espacio del altar mayor. Se cree que los sanjuanistas los usaban a modo de iconostasio para celebrar sus ritos de tradición oriental, ya que su disposición uno enfrente de otro permitía que el espacio entre ellos pudiera cerrarse con una tela para ocultar al sacerdote en el momento de la consagración, tal como se hacía en el rito griego.

Este tipo de construcciones se llaman ciborios y servían de pequeños altares desde los que también se celebraban misas. Es curioso que, de todos los centros de la Orden de San Juan que hay en España, solo se construyeran baldaquinos en éste y en el de San Juan de Portomarín, circunstancia que los dota de gran excepcionalidad. Hay unanimidad en que los templetes fueron construidos con posterioridad a la apertura del templo y que son una de las muchas modificaciones que los sanjuanistas fueron llevando a cabo a lo largo de los siglos, para adecuar el edificio a los diferentes usos que le iban dando. Se cree que se edificaron para enriquecer un poco la sencilla iglesia debido a un aumento del culto y de la afluencia de feligreses. En el año 1856 se documentó en ellos la existencia de restos de pintura roja formando cirros o espirales.

capitel fotografía cristiano

Ambos templetes están cubiertos con cúpulas de sillares revestidas de argamasa, la del lado del evangelio es esférica y la del lado de la epístola es cónica. Se trata de falsas bóvedas compuestas de hileras por aproximación y en su interior están reforzadas con cuatro nervios cilíndricos que convergen en el centro apoyándose directamente unos en los otros, sin clave alguna. Los nervios están montados sobre cuatro ménsulas labradas que, a su vez, se corresponden con las cuatro columnas de fuste cuádruple que sustentan las estructuras. Este tipo de construcción se podría interpretar como una versión muy primitiva de las futuras soluciones constructivas góticas.

Las columnas tienen basas áticas y capiteles adornados con decoración figurativa de gran calidad, representando seres fantásticos y pasajes del Nuevo Testamento. Todos los capiteles tienen la misma estructura: un bocel para cada uno de los cuatro fustes de la columna donde están esculpidas las figuras componiendo escenas, ábaco liso en escocia invertida y un tablero superior decorado muy sencillamente.

El Ciborio Norte, (Épistola) está dedicado al asesinato de San Juan Bautista. El capitel delantero Izquierdo narra la decapitación del profeta y muestra una mesa de banquete en la que están sentados Herodes y Herodías con Salomé arrodillada a sus pies junto con otros dos personajes. Al lado, un soldado vestido con cota de malla agarra con una mano el pelo al Bautista mientras con la otra alza la espada que va a decapitarle. En los otros tres capiteles los temas son más crípticos y hay esculpidas las típicas escenas de combate entre hombres y seres fantásticos, como reptiles alados o hidras con múltiples cabezas, representando, según algunas teorías, la eterna lucha entre el bien y el mal o entre la virtud y el pecado. Tanto los capiteles como las ménsulas de este templete representan temas negativos y situaciones desagradables. Los monstruos son amenazadores y los humanos están esculpidos en actitudes de terror.

El Ciborio Sur (Evangelio) está dedicado a la Virgen y las escenas son más fáciles de interpretar. El ciclo narrativo de los capiteles comprende los siguientes pasajes de la vida de María: En el capitel exento se representan en sus lados la Anunciación, la Visitación con María e Isabel abrazadas y el nacimiento de Jesús con la Adoración de los Reyes Magos y los pastores.

En el capitel delantero derecho aparece la Huida a Egipto, con la Sagrada Familia acompañada de un ángel y a un lado una fortaleza almenada típicamente medieval con dos puertas entreabiertas formadas por arcos de medio punto. En el capitel posterior izquierdo se muestra la Matanza de los Inocentes, con una composición muy original, Herodes está esculpido en una de las aristas del capitel mesándose la barba, a su izquierda hay un demonio caricaturesco susurrándole al oído y a su derecha una mujer arrodillada suplicándole. La escena está enmarcada a las puertas de una ciudad almenada. También aparecen dos soldados cogiendo los niños de los brazos de sus madres para matarlos.

Finalmente, en el capitel del rincón se representa la Asunción de la Virgen, donde aparece María flanqueada por dos ángeles y tres personajes que contemplan la escena y que se han identificado como los apóstoles presentes en el Tránsito de la Virgen, según la leyenda. Las ménsulas de este templete, en oposición al anterior, muestran figuras serenas, sin rastro de miedo.

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