L’arquitectura gòtica a la Corona d’Aragó
Retrospectiva de l’arquitectura gòtica dels diferents territoris de la Corona d’Aragó. Contextualització històrica i edificis més representatius.
Retrospectiva de l’arquitectura gòtica dels diferents territoris de la Corona d’Aragó. Contextualització històrica i edificis més representatius.
La Colònia Güell ha mantenido intacto su aspecto original, convirtiéndose en un referente de la arquitectura modernista y de la obra de Gaudí.
Reinauguració de l’exposició “2019: Any del Modernisme a Sueca” dels Amics de la Càmera de Sueca a l’Espai Joan Fuster.
Col·laboració al Llibret de la Falla del Portal 2019: PRIMAVERA SAGRADA – História de l’Art Nouveau: El Modernisme a Barcelona.
Estudio sobre esta pequeña joya del barroco romano del siglo XVII. Una síntesis de toda la creatividad artística y el genio de Borromini.
Uno de los conjuntos monásticos románicos más importantes de la península, situado a las afueras de la ciudad de Soria.
Debido a su cercanía geográfica, a los intereses económicos y estratégicos comunes y también a las obras de arte procedentes de botines de guerra, la influencia italiana se dejó sentir pronto en Francia. Las primeras manifestaciones artísticas renacentistas francesas se han datado durante el reinado de Luís XI, el Prudente (entre 1461 y 1483) alcanzando su máximo esplendor durante el siglo XVI con Francisco I (1494-1547), gran mecenas y revitalizador del arte.
Con dicho monarca, se produjo una gran expansión territorial y Francia se convirtió en una de las grandes potencias europeas. Era tal el aprecio de Francisco I por las artistas, que se le atribuye la frase “Yo puedo crear a un noble, pero sólo Dios puede crear a un gran artista”, incluso trajo a Leonardo da Vinci a Francia, por el que sentía gran admiración, considerándolo casi como un padre e instalándolo en una de sus posesiones.
El Renacimiento siguió implantado durante los diferentes monarcas de la dinastía Valois. En ese período la figura de Catalina de Medici (1519 – 1589) fue decisiva. Esposa de Enrique II y reina regente hasta la mayoría de edad de Carlos IX. A pesar de estar implicada en las guerras de religión que azotaron Francia durante el siglo XVI, Catalina fue educada en el Humanismo y pensaba que el prestigio real podía reforzarse a través del mecenazgo cultural y el coleccionismo artístico.
Como consecuencia de ello, la monarquía patrocinó la renovación de los viejos castillos medievales, convirtiéndolos en residencias más acordes con los tiempos. Las características principales del Renacimiento francés eran un decorativismo manierista con influencias italianas y flamencas mezcladas con elementos del gótico nacional y, sobre todo, una perfecta integración del edificio con su entorno natural.
CASTILLO DE SAINT-GERMAIN-EN-LAYE
Situado a unos 20 kilómetros de París, se considera el primer edificio renacentista de Francia. Se trata de una sobria y vieja construcción militar a la que en la época de Francisco I se le añadieron pequeños detalles decorativos renacentistas como pilastras, frontones triangulares y logias en las fachadas.
CASTILLO DE CHENONCEAU
Uno de los castillos más importantes y famosos del Loira, fue construido entre 1513 y 1521 para Thomas Bohier, Intendente General de Finanzas de Francisco I. Se le conoce por “El Castillo de las Damas”, porque fueron mujeres las que lo ocuparon sucesivamente. Arquitectónicamente está dividido en dos partes, una de forma cuadrangular, que albergaría la parte destinada a vivienda y, adosada a la misma, una galería rectangular destinada a la vida oficial y las estancias destinadas al rey en el caso de que se alojara en el castillo. La situación del edificio, construido sobre el mismo rio Cher, es excepcional, convirtiendo la residencia una de las edificaciones más bellas y originales de la zona.
CASTILLO DE BLOIS
Desde el siglo VI, algún tipo de fortaleza ha venido defendiendo la ciudad de Blois desde un espolón rocoso que domina el Loira y su entorno. Cuando Francisco I accedió al trono en 1515, su esposa, Claudia de Francia decidió trasladar la corte a Blois, por lo que el rey ordenó remodelar el ala norte del castillo y crear un jardín renacentista, hoy desaparecido. En 1524, al morir la reina, el rey abandonó el palacio.
De fuerte inspiración italiana, los elementos más importantes de la obra de Francisco I son una monumental escalera de caracol en el patio del castillo, adornada con esculturas y pilastras y la fachada de las Logias, inspirada en las galerías que Bramante construyó en el Vaticano y que está orientada a la ciudad.
CASTILLO DE AZAY-LE-RIDEAU
Construido entre 1518 y 1523, es otro de los castillos importantes del Loira. Está erigido en parte sobre una pequeña isla en medio del rio Indre. Tiene planta en forma de L. Su decoración es italianizante, las fachadas son muy simétricas, con alineamientos de ventanas y tragaluces superpuestos, todos enmarcados por pilastras y con bandas moldeadas horizontales, que consiguen que la fachada tenga un aspecto cuadriculado. Como contraste, en las esquinas del castillo se erigen torres cilíndricas coronadas por conos puntiagudos y las azoteas son abuhardilladas con fuerte pendiente, muy del gusto francés.
Al igual que en Blois, una de sus partes más importantes es la escalera de honor, en este caso interior, pero visible desde el exterior y con una rica decoración escultórica.
CASTILLO DE CHAMBORD
Es uno de los castillos más famosos del mundo y el más grande de todos los de la región del Loira. Fue mandado construir por Francisco I entre 1519-1539 sobre un diseño de Domenico da Cortona (h.1465-1549), aunque se cree que en el mismo participó Leonardo da Vinci, que por aquel entonces residía en la corte de Amboise y también por Pierre Nepveu, supervisor de las obras.
El castillo es un gigantesco cuadrilátero flanqueado por cuatro torres inmensas y con un patio central en el que se ubica un gran pabellón cuadrado con cuatro torres más en sus esquinas. Arquitectónicamente es un edificio ecléctico, que mezcla elementos del Renacimiento italiano con otros del gótico francés. Juega con las diferentes figuras geométricas que lo componen: rectángulos, círculos, conos, cilindros, etc…
Está coronado por un bosque de pináculos, chimeneas, templetes y linternas situados en los típicos tejados de pizarra negra franceses con una fuerte pendiente.
A su alrededor se extienden más de 50 kilómetros de jardines y bosques. A pesar de sus dimensiones, Francisco I lo utilizó solo de pabellón de caza.
En el corazón del pabellón central se eleva una escalera de dos rampas idénticas entrelazadas, con entradas distintas en el mismo nivel en la que los visitantes pueden subir o bajar sin llegar a cruzarse, pero si verse en algunos tramos. La escalera está situada en un hueco iluminado por la luz que entra por una linterna situada en la parte superior Alrededor de la escalera se distribuyen simétricamente cuatro salas que forman una cruz. Hay opiniones de que la escalera fue diseñada por Leonardo, pero nunca se ha comprobado.
PALACIO DE FONTAINEBLEAU
Es el segundo palacio real más grande de Francia después de Versalles. Está situado a unos 70 kilómetros de París. Fue mandado construir por Francisco I a partir de una vieja fortaleza ya documentada en el siglo XII y posteriormente fue modificado y ampliado por diferentes monarcas a lo largo de los siglos, respetando más o menos la estructura de Francisco I.
El manierismo italiano en la decoración de interiores fue introducida en Francia, con adaptaciones, a través de la construcción de este palacio y fue tan influyente que pasó a conocerse como “Escuela de Fontainebleau”, que supuso el encuentro entre los artistas italianos traídos a Francia por Francisco I con artistas franceses e incluso flamencos, creándose un estilo particular, muy extendido en el resto de Europa mediante grabados.
El Ala de Francisco I fue diseñada por el arquitecto Gilles le Breton (¿?-1553) que construyó la mayor parte del Patio Ovalado (Cour Ovale), muy transformado actualmente, alrededor del cual se edificaron los edificios que albergan la Galería de Francisco I o la gran biblioteca. También diseñó la Puerta dorada (Porte Dorée), la entrada sur del palacio, a través de la cual los reyes accedían a la zona de bosques a cazar y que se considera una de las piezas más importantes del conjunto. Se trata de un pabellón formado por tres cuerpos superpuestos adornados sobriamente con pilastras de muy poco realce y cuyo centro está ocupado por tres arcadas con cimbra, rebajadas, de inspiración italiana.
En el interior del palacio se encuentra la Galería de Francisco I, que es la primera gran galería palacial y cortesana construida en Francia. Este tipo de salones alcanzó su cumbre artística en el Salón de los Espejos de Versalles. La decoración de la sala se encargó a Rosso Fiorentino (1494-1540) y está compuesta por un alto zócalo de madera tallada sobre el que se sitúa la obra de Rosso, compuesta por esculturas en complicadas y rebuscadas posiciones, amorcillos, festones y guirnaldas, todo realizado en estuco y rodeando a las pinturas al fresco. En general se puede apreciar cierta semejanza con la escultura de Miguel Ángel, pero sin llegar a su grandiosidad o dramatismo. La iconografía de las obras desarrolla complicadas alegorías en torno al reinado de Francisco I, comparando las gestas mitológicas de dioses y héroes con la trayectoria del rey y suponiendo todo un programa de exaltación de la monarquía.
Las ciudades españolas de la época de los Austrias continuaban teniendo todos los defectos de las ciudades medievales: calles estrechas, callejones sin salida, plazuelas, viviendas sucias e insanas, palacios mediocres, ausencia de comodidad, accesos difíciles, falta de higiene y canalización de aguas fecales y desperdicios, barros y lodos en las calzadas y escasez de altura en los edificios. La Casa de Austria no cambió nada de esto, exceptuando la publicación de algunas ordenanzas para mejorar la salud pública que no se cumplieron en casi ninguna ciudad. Sin embargo, si que se preocupó de dotar a las ciudades más importantes o comerciales de un recinto público, amplio y recogido al mismo tiempo, donde mostrar al pueblo las exhibiciones de la realeza: las Plazas Mayores, consistentes en espacios urbanos donde se celebraban toda clase de eventos de cara al pueblo, que servían de paseo y punto de reunión ciudadana en los días normales, que en la sede de la corte eran los menos, porque algunos monarcas, en particular Felipe III y Felipe IV, celebraban fiestas continuamente, como propaganda y mayor gloria suya.
Los gastos de la Corte en festejos eran fabulosos y supusieron uno de los problemas más importantes para los validos, bien para mesurarlas, debido al enorme déficit del erario público, o bien para fomentarlas, con el fin de distraer a la plebe y tapar los serios asuntos del gobierno de la Nación. La Plaza Mayor aparte de ser Plaza de Armas y Plaza del Mercado, también se convirtió en el escenario público de todo tipo de representaciones festivas, así como ajusticiamientos de condenados a la hoguera u horca y autos de fe de la Inquisición.
En ellas se celebraban procesiones religiosas, desfiles reales, torneos y todo tipo de juegos. También acogían los espectáculos taurinos antes de que comenzaran a usarse las plazas de toros en el siglo XIX. De hecho, en el siglo XVI todas las plazas mayores sirvieron para espectáculos de toros, y en algunas de ellas, como la de Peñafiel o Chinchón, esa costumbre ha llegado hasta nuestros días.
Debido a su vocación de plaza para espectáculos comenzaron a aparecer en ellas balcones volados para que los ricos pudieran contemplar mejor las fiestas desde ellos. El balcón municipal se desarrolló más que el resto y también se idearon miradores privilegiados para la alta nobleza y la familia real.
La Plaza Mayor se reguló y ordenó urbanisticamente a partir del siglo XVI, pero tiene unos orígenes anteriores e inciertos. Hay que pensar que durante toda la historia, el hombre ha intentado racionalizar el espacio de las ciudades y mejorarlas estética y funcionalmente. Este tipo de plazas podrían ser perfectamente las herederas del ágora griega, del foro romano, de los diferentes tipos de plazas medievales de algunas ciudades europeas o de los modelos renacentistas de “ciudad ideal”, trazada de forma regular y cuadriculada, en los que la plaza ocupaba el lugar más central y protegido de la ciudad.
Aún así, hay dudas razonables de que las plazas mayores españolas estén directamente inspiradas en los modelos citados, ya que cuando comenzaron a crearse no se conocían muy bien las fórmulas urbanísticas clásicas. No hay ningún dato en el proceso de creación de este tipo de plazas que haga referencia a esos hipotéticos modelos, si bien algunas de sus funciones fueran similares. Hay que añadir también su carácter residencial, con fachadas respondendiendo a un modelo de arquitectura doméstica muy lejana de los espacios clásicos griegos o romanos.
Existen antecedentes de las típicas plazas mayores rectangulares y porticadas en los nuevos asentamientos fundados por los conquistadores en Canarias y en Nuevo Mundo que respondían a los modelos urbanísticos de la ciudad ideal renacentista, basados en la higiene, la salubridad, la defensa y el confort de sus habitantes. Un claro ejemplo es la Plaza Mayor de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria, construida entre 1512 y 1518, qe sirvió de modelo a otras grandes plazas del Nuevo Mundo, en las que se ubicaban siempre los principales edificios de la ciudad, convirtiéndose en el lugar más representativo y también el más protegido, al ocupar el centro del asentamiento, que era el punto más lejano de las murallas defensivas.
La Plaza Mayor española solía ser rectangular, con casas uniformes alrededor semejando una construcción unitaria y corrida. Eran porticadas y, en algunos casos, en su centro se situaba una estatua ecuestre del rey o de algún personaje famoso. Una serie de arcos situados en las esquinas o ángulos las conectaban con las calles principales de la ciudad.
La mayoría de veces el Ayuntamiento presidía un lienzo de la plaza, erigiendose como fachada principal de la misma, más lujosa y decorada que el resto de edificios que la conformaban. Esto era lógico si se tiene en cuenta que la Plaza era el núcleo más activo de la ciudad, lugar de mercaderes, artesanos o banqueros, creándose a su alrededor dependencias municipales como la alhóndiga, la cárcel o la escribanía.
Esta presencia de la Casa Consistorial en el lugar más importante de la ciudad venía de una disposición de los Reyes Católicos dictada para dar prestancia al lugar de reunión de los Consejos locales y la única Plaza Mayor que no la cumplió nunca fue la de Madrid, donde el lugar del Ayuntamiento lo ocupaba la Real Casa de la Panadería, con una imponente fachada y un mirador enorme para uso y disfrute de la familia real durante los festejos que se desarrollaban en la plaza.
Después de la construcción de la de Valladolid en 1561, pronto el resto de ciudades y pueblos importantes comenzaron a edificar su Plaza Mayor. Casi todas las plazas de los pueblos de la actual España suelen ser ya del siglo XVIII o incluso más tardías, ya que se calcula que el modelo tardó unos cincuenta años en consolidarse en otras regiones. Las últimas se edificaron en el siglo XIX en Bilbao y San Sebastián ya en estilo neoclásico y bajo el reinado de Fernando VII, pero, aunque mantienen las formas de la plaza tradicional, sus usos irán diluyéndose poco a poco en otros más actuales, relacionados con el paseo y el ocio de los ciudadanos. Así, la Plaza Mayor acabó convirtiéndose en una simple plaza porticada, regular y proporcionada pero despojada de las funciones y representaciones que la caracterizaron en sus orígenes.
Las Plazas Mayores más importantes y por orden cronológico de edificación son las siguientes:
PLAZA MAYOR DE VALLADOLID (1561):
A mediados del siglo XIII el mercado se trasladó desde una plazoleta en el centro de la villa al espacio que hoy en día ocupa la Plaza Mayor de Valladolid. Es a partir de entonces cuando ese espacio comenzó a cobrar importancia en la actividad y el gobierno de la ciudad, situándose poco a poco alrededor de ella los edificios más importantes, incluido el Ayuntamiento.
En el año 1561 la plaza quedó arrasada por un incendio que duró tres días enteros, destruyendo más de cuatrocientas casas. Fue entonces cuando el Concejo solicitó ayuda a Felipe II para la construcción de una nueva plaza, que accedió a cambio del compromiso de que se rediseñara una ciudad de nueva traza con calles rectilíneas. Finalmente, tras una serie de reuniones, se aprobó el proyecto presentado por el arquitecto Francisco de Salamanca, empezándose a construir ese mismo año.
La plaza de planta rectangular, es una de las más grandes de España, con unas dimensiones de 120 metros de largo por 80 metros de ancho. Está completamente porticada y sus soportales descansan sobre pilares cuadrados de granito. Es de tipo abierto: las calles desembocan en ella sin obstáculos ni pantallas y está rodeada por pequeñas calles gremiales, porticadas también como la misma plaza, que recuerdan el pasado mercantil del entorno.
En su origen las viviendas tenían una altura de tres pisos, con huecos jerarquizados: la primera planta con balcones, la segunda antepechos y la tercera ventanas. En el flanco norte se encontraba el Ayuntamiento de la ciudad, construido en 1562 en el estilo austero característico de la época de los Austrias. En 1879 fue derribado debido a su lamentable estado de conservación y sustituido por el actual, que se inauguró, después de muchas vicisitudes, en 1908.
Actualmente se ha querido dar cierta homogeneidad a la Plaza pintando todas las fachadas de rojo, aunque no hay constancia histórica de que hubiera estado así en el pasado. La de Valladolid fue la primera de las Plazas Mayores de España convirtiéndose en el modelo a seguir por todas las demás.
PLAZA DE ZOCODOVER, TOLEDO (1589):
La palabra zocodover es de origen árabe y significa “mercado de bestias de carga”, refiriéndose a la actividad que se realizaba en aquel espacio de la ciudad.
Durante toda su existencia hubo varios intentos de cambiarla, pero la reforma definitiva vino después de que quedara arrasada por un incendio en 1589. Fue entonces cuando, por mandato de Felipe II, Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, empezó a planificar una nueva plaza según el modelo tradicional rectangular, sin embargo, se encontró con la oposición del Cabildo Catedralicio que no permitió la reforma porque perjudicaba los intereses inmobiliarios que tenía allí, así que el resultado de la plaza toledana fue una especie de pentágono irregular que le da un toque muy personal. Dicha oposición eclesiástica provocó que la obra de Herrera solo se pueda reconocer en dos de los lados de la Plaza. Actualmente conserva los pilares de los soportales y la proporción y ritmo de los huecos de las fachadas.
PLAZA MAYOR DE MADRID (1590 – 1619):
Empezó a cimentarse sobre el solar de la antigua Plaza del Arrabal, donde se encontraba el mercado más popular de la villa en el siglo XVI.
En el año 1561 se trasladó la Corte a Madrid y en 1580 Felipe II encargó a Juan de Herrera el proyecto de remodelación de la vieja plaza. El primer edificio levantado fue la Real Casa de la Panadería, en 1590 y todo el proyecto fue concluido por el arquitecto Juan Gómez de Mora en 1619, bajo el reinado ya de Felipe III. Desde sus inicios se convirtió en el lugar del mercado principal de la Villa, tanto de alimentación como de otros productos y también en el escenario de numerosos actos públicos.
Hay 237 balcones que dan a la plaza y su uso no era exclusivo de los inquilinos, sino que tenían una servidumbre que obligaba a cederlos para su distribución por la Mayordomía Real por riguroso turno de jerarquía y etiqueta, o bien para ser vendidos como localidades por el Consejo en los numerosos eventos que se celebraban.
A lo largo de su historia la plaza sufrió tres grandes incendios. Después del último, en 1790, fue reconstruida por Juan de Villanueva, que rebajó la altura de los edificios circundantes de cinco a tres plantas y cerró las esquinas de la plaza, habilitando grandes arcadas para su acceso, dándole la fisonomía actual, consistente en una plaza porticada de planta rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho, que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas. Dispone de diez accesos: seis de ellos a través de grandes arcos que se abren a sus correspondientes calles, tres que no coinciden con ningún arco y el acceso más famoso, el Arco de Cuchilleros, que no es visible desde el interior de la plaza. Como curiosidad existen dos arcos construidos pero sin salida alguna. En el centro del lado norte se levanta la Casa de la Panadería y justo enfrente, la Casa de la Carnicería. Todo el perímetro de la plaza está rodeado por soportales con pilares cuadrados de granito.
La estatua ecuestre de Felipe III situada en el centro de la plaza es una obra de Juan de Bolonia del año 1616, que fue trasladada en 1848 desde su emplazamiento original en la Casa de Campo, bajo el reinado de Isabel II, cuando la Plaza perdió su función de lugar de espectáculos, convirtiendose su espacio central en un jardín francés.
Desde 1989 toda la plaza está pintada uniformemente de almagre, un óxido de hierro que le da una tonalidad encarnada, excepto la fachada de la casa de la Panadería, decorada con pinturas de Carlos Franco, realizadas en 1992.
Catas selectivas en lugares recónditos de la plaza intentaron descubrir sus colores primigenios, entre los que figuraron el blanco con recercados de tierra sevillana, los amarillos napolitanos, muy barrocos, así como distintos ocres, sienas y terracotas. Las techumbres actuales datan de los años 60 y son de pizarra negra con mucha pendiente pero en su origen fueron de teja árabe y más planas.
PLAZA MAYOR DE ALMAGRO (Primera mitad de siglo XVI):
Originalmente la plaza se construyó a finales del siglo XIII, cuando Enrique II de Castilla (1333/4-1379) concedió a Almagro la celebración de dos ferias, pero sería durante el siglo XVI cuando sufriría una gran transformación coincidiendo con la llegada a la ciudad de la familia Fúcar (castellanización del apellido flamenco Fugger), una saga de banqueros que financiaron la elección de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a cambio de las rentas del Maestrazgo, la plata de Guadalcanal, en Sevilla, y el mercurio de Almadén. Fue entonces cuando se construyeron los nuevos edificios con las galerías acristaladas de clara influencia flamenca y la plaza adoptó la fisonomía que podemos disfrutar actualmente.
Es una de las Plazas Mayores más singulares de España, su planta es alargada e irregular, de 104 metros de largo por 37 metros de ancho aproximadamente y presenta largos pórticos corridos en sus lados mayores, con un total de 85 columnas de orden toscano sobre la que descansan gresas zapatas y vigas de madera que sirven de apoyo a los dos pisos superiores que conforman las viviendas, construidas con materiales modestos y cuyas fachadas continuas de ventanales acristalados dotan de gran uniformidad al conjunto, convirtiéndolo en un caso excepcional dentro de la arquitectura castellana.
Estas galerías servían de tribunas para actos públicos, festivos y religiosos, como las famosas corridas de toros que se realizaron hasta 1785, año en que fueron prohibidas por Carlos III. A ellas se accedía por dos escaleras situadas en calles adyacentes y por algunas pequeñas puertas de los soportales. Sobre las galerías, sencillos canecillos soportan el alero, y en el tejado, cubierto con teja árabe, se levantan buhardillas y chimeneas encaladas y algunas veletas de hierro.
En uno de sus lados menores de la plaza se sitúa el edificio del Ayuntamiento, muy restaurado, junto con alguna casona noble también restaurada, pero una de las joyas indiscutibles que guarda el conjunto es el Corral de Comedias, ubicado en el antiguo mesón de la plaza, que es el único teatro del Siglo de Oro que se conserva actualmente en España, construido a finales del siglo XVI o principios del XVII con un interior de vigas y zapatas pintadas de almagre que destacan sobre la cal blanca de las paredes.
Gracias a una magnífica restauración efectuada entre 1960 y 1967 la Plaza Mayor de Almagro se muestra con una imagen muy similar a la que tendría originalmente en el siglo XVI.
PLAZA MAYOR DE TEMBLEQUE (ca. 1624)
Esta plaza es uno de los mejores exponentes del barroco popular castellano. Se diseñó para cumplir una doble función, por un lado ser el centro de la vida de la población y por otro acoger festejos taurinos, por eso en lugar de construir las viviendas con balcones independientes, lo que hicieron fue incorporar dos pisos de corredores sostenidos por pilares de madera, fachadas encaladas y antepechos decorados con tallos vegetales y cruces de Malta, el emblema de la Orden de San Juan a la que pertenecía la villa. Se puede recorrer el perímetro entero de la plaza entera por los corredores. La parte inferior consta de una galería porticada sostenida por columnas toscanas de granito. Destaca el torreón, que en las celebraciones actuaba de palco para las autoridades.
Lo que pretendieron las autoridades fue una plaza homogénea donde asistir con comodidad a los espectáculos taurinos, y al mismo tiempo evitar así el costoso montaje de tendidos, como sucedía en las plazas no cerradas.
En uno de sus lados está el Ayuntamiento, construido en 1654, un edificio de fachada lisa que rompe con el desarrollo de los corredores. El acceso principal a la plaza consiste en un torreón compuesto de tres pisos de galerías abiertas tanto al interior como al exterior del recinto.está cubierto por un voladizo coronado por un mirador a cuatro aguas.
La plaza, construída con materiales poco duraderos, ha sufrido mucho el paso del tiempo. En todo su flanco este han desaparecido los corredores, seguramente tras el incendio por parte de las tropas napoleónicas en el año 1809. La mayor parte de las columnas y pilares originales fueron sustituidos a finales del s XX por otros nuevos.
PLAZA MAYOR DE LEÓN (1654)
Se erige en el lugar de uno de los primeros y más importantes mercados medievales creados a las afueras de la ciudad. Como parece ser que era habitual, la plaza se construyó a raíz de un incendio que arrasó toda la zona donde se encuentra situada. Fue diseñada por Francisco de la Lastra y tiene una ligera forma trapezoidal con pórticos y arcadas sobre pilares de piedra que soportan dos plantas de viviendas, la primera unida por un balcón corrido y la segunda con balcones independientes.
Uno de los lados de la plaza lo ocupa el Edificio del Mirador, el elemento más barroco del conjunto, que aunque parezca un Ayuntamiento, su uso se limitaba a ser el de tribuna y balcón presidencial durante los festejos y celebraciones. Se construyó en una segunda fase de amplación de la plaza, entre 1672 y 1677. Se trata de un palacete flanqueado por dos torres coronadas por chapiteles. Solo tiene 5,30 metros de profundidad, lo que lo convierte en totalmente inútil para un uso administrativo. Su balcón continua siendo utilizado actualmente por las autoridades en algunas fiestas de la ciudad.
PLAZA DE LA CORREDERA DE CÓRDOBA (1683)
Es la única Plaza Mayor cuadrangular de Andalucía. Se cree que está construida en el lugar que ocupaba el circo romano y se han encontrado importantes mosaicos en sucesivas intervenciones arqueológicas. Hasta el siglo XV el lugar fue una gran explanada extramuros de la Medina o ciudad alta cordobesa.
Fue diseñada por el arquitecto Antonio Ramos Valdés. Se trata de un cuadrado semirregular de 113 metros de largo y 55 metros de ancho. Como no había suficientes fondos para construirla solo se edificaron las fachadas de las viviendas circundantes, sin nada detrás. Con el tiempo, el que quería una vivienda allí adquiría los metros de fachada que deseara, o pudiera, para abrir sus correspondientes balcones. A la plaza se accede a través de dos arcos, el Arco Alto y el Arco Bajo.
La plaza no es totalmente uniforme, ya que se respetaron dos edificios anteriores a la fecha de su construcción, el antiguo Ayuntamiento y las llamadas “Casas de Doña Jacinta”, ambos del siglo XVI y que en aquel momento se consideraron lo suficientemente atractivos como para respetarlos.
En 1893 se construyó en el centro de la plaza un mercado de abastos que fue demolido en 1959 debido a su estado lamentable y a sus condiciones insalubres. Al demolerlo fue cuando se encontraron los restos arqueológicos romanos citdos anteriormente, que se exhiben hoy en el Alcázar de los Reyes Católicos.
PLAZA MAYOR DE SALAMANCA (1729)
Fue diseñada por el arquitecto Alberto de Churriguera. En el lugar donde se sitúa ya hubo una plaza anteriormente, llamada de San Martín por la iglesia que aún se conserva justo al lado. Esa primitiva plaza era casi cuatro veces más grande que la actual, pero a principios del siglo XVIII se decidió construir en ese espacio una plaza más armónica y moderna, al estilo de la Plaza Mayor de Madrid. Una vez terminada, la Plaza Mayor de Salamanca resultó ser mucho más atractiva que su modelo madrileño, por la piedra de color dorado con la se había construido, por sus armónicas proporciones y por estar totalmente cerrada (la de Madrid no lo estaba en aquella época).
La plaza es un cuadrilátero irregular en el que todos sus lados son diferentes, midiendo 75 metros la más pequeña y 82 metros la más grande, donde está situado el Ayuntamiento. Tiene un total de 88 arcos de medio punto y entre cada uno de ellos se encuentran medallones con efigies de personajes ilustres y dirigentes españoles. Todas las viviendas tienen tres pisos excepto el Ayuntamiento, que tiene dos. Dicho edificio fue proyectado con dos torres sobre sus alas laterales que nunca se construyeron por motivos de seguridad. El proyecto de las torres se utilizó para construir las de la cercana Clerecía.
En el lado opuesto a la Casa Consistorial se encuentra el Pabellón Real, el primer edificio que se construyó. Ocupa el ala entera de la plaza y cuenta con un enorme arco de acceso a la plaza en cuyas enjutas están esculpidos Felipe V e Isabel de farnesio, los monarcas reinantes en la fecha de construcción de la plaza.
Todas las ventanas de la plaza están decoradas con pilastras cajeadas y molduras planas en forma de orejeras. Los balcones son muy volados y con barandilla de hierro forjado. Una balaustrada barroca remata los cuatro lados de la plaza, sobre la que se erigen 96 pináculos rematados por la flor de lys, símbolo de la monarquía borbónica.
PLAZA MAYOR DE OCAÑA (1777)
Es una plaza barroca mandada edificar por Carlos III. Es casi cuadrada, mide 55 metros por 52,5 metros y está rodeada por una galería de arcos de medio punto sustentados sobre setenta pilares de sillería almohadillada. Las viviendas que la circundan son de dos pisos más una buhardilla.
En su lugar hubo otra plaza también porticada pero más irregular y con pilares de madera donde se celebraban importantes festejos taurinos, nombrados en la obra “Peribáñez y el comendador de Ocaña” de Lope de Vega. Bajo las órdenes de Don Francisco Sánchez de Madrid comenzó a construirse la plaza actual, terminándose las fachadas Oeste, Norte y Sur en 1791 y quedando la obra inconclusa hasta 1961, en la que se levantó el ala Este. El resultado de todo es un recinto extremadamente regular y con dimensiones propias de una Plaza Mayor de capital.
PLAZA DE ESPAÑA DE VITORIA-GASTEIZ (1781)
Se construyó en estilo neoclásico con diseño del arquitecto local Justo Antonio de Olaguíbel. Se concibió para unir el Ensanche Nuevo con la Ciudad Vieja y también para dotar a la ciudad de un lugar amplio donde celebrar festejos y mercados. Se levantó en un lugar llamado “El Fondón del Mercado”, dentro de una zono conocida como El Arrabal, donde se celebraban ferias y mercados.
Su edificación fue complicada ya que tuvieron que realizar costosas labores de explanación debido al fuerte desnivel del lugar. Es una construcción perfectamente cuadrada de 61 metros de lado. El Ayuntamiento ocupa una de las alas de la plaza, destacando con un pórtico de escasa profundidad en el centro de su fachada, rematado por un gran frontón triangular. Todos los edificios circundantes están rematados por una balaustrada. La parte baja de todo el perímetro está formada por una galería de arcos de medio punto con pilastras adosadas.
Es contigua a la Plaza de la Virgen Blanca, conocida entonces como Plaza Vieja, por lo que se bautizó como Plaza Nueva. Aunque desde entonces ha cambiado de nombre varias veces, y a pesar del nombre actual (Plaza de España), la gente continua llamándola como en sus orígenes: la Plaza Nueva. Sirvió de modelo para la construcción de las posteriores plazas de Donostia y Bilbao.
PLAZA DEL MERCADO CHICO DE ÁVILA (1793)
Fue construida en el mismo espacio donde se encontraba la vieja Plaza Mayor, que estaba en ruinas. Su diseño es de Juan Antonio Cuervo, Arquitecto Mayor de Madrid por aquel entonces. Está presidida por el edificio del Ayuntamiento, construido en 1839 en estilo isabelino y con fachada de sillares de granito.
La plaza está rodeada de una galería formada por pilares cuadrados de aspecto muy recio que soportan arcos de medio punto. Tiene una forma casi cuadrada, muy uniforme y armónica a pesar de que uno de sus lados no llegó a cerrarse nunca, ya que allí se encuentra la iglesia de San Juan, a la que se enfrentó sin éxito el consistorio para poder acabar el proyecto. Por eso en aquel lado de la plaza solo se construyó la arcada del soportal, tal como está en la actualidad.
PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN DE DONOSTIA (1817)
Fue construida por el arquitecto Pedro Manuel de Urgartemendía, un personaje muy activo en la reconstrucción de San Sebastián después del incendio provocado por las tropas anglo-portuguesas que arrasó la ciudad en 1813 en la Guerra de Independencia. Ocupa el lugar de una plaza anterior construida en 1723. Es un espacio rectangular, no excesivamente grande en comparación con los de otras capitales, que mide 62,40 metros de largo por 40,20 metros de ancho. Sus fachadas se componen de 20 arcos iguales en los lados mayores y 9 arcos, iguales a los otros, en el menor. Los arcos son de medio punto y construidos con sillares.
Los edificios que circundan la plaza tienen tres pisos de altura. Cada esquina se resuelve con un arco cuya luz es igual a la calle que llega a la plaza y sobre el que continua la barandilla del balcón del primer piso, que recorre toda la plaza entera excepto el lado donde se sitúa el edificio del antiguo Ayuntamiento, un edificio muy clasicista, bastante macizo, diseñado en 1832 por Silvestre Pérez.
Nada más inaugurarse, la Plaza se convirtió en el centro de la vida social de la ciudad y en ella se celebraban las corridas de toros hasta la construcción del nuevo coso taurino. Testimonio de ello son los números que hay en cada una de las ventanas que dan a la plaza y que servían de numeración cuando los balcones eran usados como palcos en las fiestas taurinas.
PLAÇA REIAL DE BARCELONA (1848)
Ocupa el solar donde se levantaba el antiguo convento de Capuchinos de Santa Madrona, derribado en 1835 tras la Desamortización de Mendizábal. Su diseño del arquitecto Francesc Daniel Molina Casamajó fue elegido ganador en un concurso público convocado por el Ayuntamiento de la ciudad.
La plaza imita el estilo neoclásico francés del siglo XVII pero con la planta de la tradicional Plaza Mayor española y está conectada por calles y pasajes al tejido urbano medieval de la Ciutat Vella de Barcelona. Los edificios de tres plantas poseen fachadas de modelo isabelino, con balcones flanquedos por pilastras de orden corintio sobre la planta una baja porticada. Todo el perímetro superior está rematado por una balustrada.
Los pórticos y las fachadas están decorados con motivos de terracota de inspiración helénica, bustos de navegantes, escudos sostenidos por niños indios y bustos de exploradores americanos, curiosamente en una época en la que España ya había perdido todas sus colonias americanas continentales.
Aunque en el proyecto original figuraba una estatua del rey Fernando el Católico, el centro de la plaza está ocupado por una fuente de la Casa Durenne de París representando a las Tres Gracias, instalada en 1876.
PLAZA NUEVA DE BILBAO (1851)
Es una plaza de estilo neoclásico diseñada por tres arquitectos: Silvestre Pérez, que levantó los planos de la misma en 1821, Antonio de Echevarría, que dirigió la obra entre 1829 y 1832 y Avelino de Goicoechea, que dirigió las obras entre 1840 y 1851, modificando el proyecto original.
Aunque comenzada en el siglo XIX, el proyecto se fraguó a finales del XVIII, dentro de la corriente ilustrada del momento, pero fuertes trabas administrativas ralentizaron su construcción que tardó más de setenta años en hacerse realidad. La razón de ello fue que tanto la burguesía comercial como la rentista presionaron para que el proyecto no se ejecutase, ya que pensaban que les perjudicaría económicamente.
Para su emplazamiento se eligió un terreno fuertemente degradado llamado Barrio de Zurradores, una marisma inundable en las mareas altas de la ría del Nervión. En ese lugar, la plaza serviría de nexo entre la Ciudad Vieja, el barrio de pescadores de San Nicolás y la playa de la ría.
Se construyó con piedra arenisca dorada. El cuerpo bajo de la plaza está inspirado en el Teatro Marcelo de Roma, conforme a la las reglas de Vitrubio, algo que gustó mucho a los academicistas de la época. Inicialmente se diseñó com un cuadrado perfecto, pero el proyecto se modificó, siendo actualmente un rectángulo de 18 arcadas en sus lados mayores y 15 en los menores. Las viviendas son de tres plantas con escasa decoración en sus fachadas. Todo un lado de la Plaza está ocupado por el antiguo edificio de la Diputación de Vizcaya, con una fachada muy clásica y monumental, decorada con un pórtico formado por cuatro grandes columnas jónicas rematadas con un frontón, imitando el de la Plaza Nueva de Vitoria.
El centro de la plaza estaba ajardinado, ya que la idea de plaza-escenario propia de las Plazas Mayores ya había caído en desuso, de echo, la de Bilbao fue la última de las Plazas Mayores españolas.
Barroco y Clasicismo francés son denominaciones historiográficas que designan los estilos artísticos desarrollados en Francia durante el siglo XVII.
Las dos catedrales comenzaron a construirse en el siglo XII, son más o menos contemporáneas, de una época de transición al gótico. Pertenecen a un grupo de catedrales localizadas en el sur del Reino de León que tienen como elemento en común y característico un tipo determinado de cimborrio cupuliforme que cubre justo el punto de intersección entre la nave central y el crucero.
Se cree que el primero fue el de la Catedral de Zamora, que inspiró al resto, hasta tal punto que se conocen como Grupo de Cimborrios del Duero.
El origen de este tipo de cimborrios en la zona es controvertido, unos han querido relacionarlo con construcciones orientales o musulmanas, otros con el mundo bizantino, la realidad es que tienen cierto parecido con edificios de Aquitania o con las torres de la Catedral de Poitiers y por supuesto, cierto aire bizantino, a pesar de eso, últimamente se especula que el estilo es propio y genuino de la zona del Duero y que no se recibió influencia externa.
Los dos cimborrios tienen la misma estructura: un tambor cilíndrico que descansa sobre cuatro pechinas, en el caso de Zamora es de un solo cuerpo y en el de Salamanca de dos. El tambor tiene ventanas abiertas en arcos apuntados. La de Zamora tiene un aspecto más robusto pero La Torre del Gallo, al tener un cuerpo superior le da un aire más esbelto.
Encima del tambor está la cúpula, semiesférica, un poco peraltada en el caso de Zamora y más cónica y vertical en la de Salamanca. Las cúpulas están divididas en gallones, mediante crestas formadas por una especie de pequeños cilindros de piedra con un agujero en medio. En el de Zamora las crestas son continuas y en el de Salamanca estos elementos están separados unos de otros por un pequeño espacio. Entre cresta y cresta, todo el gallón está decorado con escamas de piedra semicirculares, esculpidas en el mismo sillar.
El tambor y la cúpula están separados por una imposta de arquillos ciegos y, seguramente orientados a los puntos cardinales, hay cuatro frontones triangulares aguantados por columnillas.
El tambor tienen adosadas cuatro torrecillas cilíndricas seguramente para contrarrestar el empuje de la cúpula. En el caso de Zamora no, pero en el de Salamanca podemos entrever detrás de dichas torrecillas unos contrafuertes, piezas que están reforzando la estructura. Las torrecillas, tanto en un sitio como en otro, imitan la arquitectura del cimborrio, son como réplicas en pequeñito.
La cúpula acompañada de las torrecillas y frontones le dan un aire muy oriental y exótico a los cimborrios. En resumen, estamos ante un estilo de arte muy peculiar e inconfundible.
La Basílica de Santa Sabina se construyó entre los años 422 y 432 por el sacerdote Pietro d’Illiria, y está alzada en la Colina del Aventino, en Roma, en el mismo lugar donde estaba la casa de la matrona romana Sabina, canonizada posteriormente.
La peculiaridad de esta basílica es que, a principios del siglo XX, fue restaurada quitándole todos los añadidos que le habían puesto a lo largo de los siglos, y dejándola en su supuesto aspecto originario de Basílica Paleocristiana del Imperio Romano de Occidente.
Después del Edicto de Milán, el Emperador Constantino construyó templos, dando así apoyo a los cristianos, entre otras cosas. Fue entonces cuando se creo el modelo de basílica cristiana, que debía de ser un lugar cerrado capaz de albergar a un gran número de fieles, ya que la religión cristiana era de carácter congregacional. Dado que los templos romanos paganos no estaban hechos para este tipo de reuniones, se decidió que el edificio más idóneo para ello eran las basílicas romanas, se cogió el modelo de las mismas y se adaptó para el culto cristiano. Dicho modelo es el que podemos ver actualmente en santa Sabina y que paso a explicar:
Es un edificio rectangular, orientado al este, de tres naves, con la central de más anchura y altura que las laterales, cosa que se aprovechó para abrir ventanas en ella, y así dar luz y ventilar el edificio.
El techo de la nave central es adintelado, de madera, plano, y sus paredes están simplemente pintadas de blanco y son lisas, el aspecto es bastante sobrio, seguramente obligado por una religión que estaba basada en la humildad.
Las naves están separadas por dos filas de columnas de orden corintio, seguramente aprovechadas de un edificio romano anterior, sobre las columnas, y también separando las naves, hay arcos de medio punto, con una decoración geométrica. Sobre los arcos está directamente el muro de la nave central.
Al fondo vemos el arco triunfal característico, a través del cual se accede al presbiterio, semicircular, que es la cabecera o ábside de la basílica con el altar en medio y cubierto por una bóveda, que originariamente, debió estar recubierta por un mosaico con la figura de Cristo.
El edificio está pensado, aparte de para albergar mucha gente y celebrar cultos, para que toda la atención se centre en el fondo del mismo, su forma longitudinal no es casual, se diseñó para que acercarse al presbiterio fuera como acercarse a la divinidad.
Santa Sabina se construyó siguiendo el modelo constantiniano ya realizado anteriormente en otros templos, como san Juan de Letrán o la primitiva basílica de San pedro de Roma y es un poco posterior a Santa María la Mayor, también en Roma, pero muy modificada y con muchos añadidos a lo largo de su historia, así que poder ver las simples paredes iluminadas de Santa Sabina es como adentrase en un capítulo de la historia…y una suerte.
La Mezquita de Bab Al-Mardum se construyó en el año 999, época de máximo esplendor del Califato de Córdoba. Se cree que fue erigida por iniciativa privada de algún personaje importante de la ciudad.
Actualmente se llama Cristo de la Luz, después de ser transformada en iglesia tras la conquista cristiana de Toledo el año 1085. Seguramente se levantó en el lugar qua antes ocupara una iglesia visigoda, esto probaría el reaprovechamiento de los capiteles de dicho estilo en su interior.
Todo esta información se extrajo de las inscripciones que hay en sus fachadas, donde se nombra el año, el patrocinador y el arquitecto de la mezquita.
Está al lado de una de las puertas de acceso de la ciudad, se supone que para el uso tanto de los que entraban como de los que se preparaban para marcharse. De hecho el nombre con el que la conocemos es el de la cercana puerta y no el nombre musulmán de la mezquita, que no se ha conservado.
Antes del sometimiento al califato Cordobés, la ciudad de Toledo fue capital del reino hispanogodo y también arzobispado, gozando de un prestigio e importancia que los árabes quisieron continuar, la ciudad contaba con diez mezquitas, y ésta en concreto está situada en uno de los barrios más antiguos de la ciudad, donde se cree que habrían grandes mansiones de los más importantes personajes musulmanes.
En resumen, nos encontramos ante una mezquita de barrio, de dimensiones reducidas y mucha libertad en su creación, muy diferentes de las mezquitas de naves, y precursoras de las grandes mezquitas centralizadas. De hecho, es uno de los edificios conservados más importantes del Califato de Córdoba.
Mezquitas similares, con forma de cubo y nueve cúpulas, podemos encontrar en Afganistán, Egipto, Túnez y en el mismo territorio de lo que fuera Al-Andalus. Aunque también es un tipo de edificios habitual en el arte cristiano, extendiéndose desde Bizancio a toda Europa, desde mucho antes de la aparición del Islam.
La mezquita está construida con ladrillo rojo y mampostería en hiladas del mismo material. Esta técnica, que conseguía acabados muy sólidos y era muy barata, tuvo su origen en Oriente Próximo, de donde pasó al mundo islámico y posteriormente, de éste al arte mudéjar.
La fachada principal cuenta con tres puertas de acceso, cada una con un tipo de arco diferente (un polilobulado, uno de medio punto y uno de herradura), encima de estos vanos hay una arquería ciega con arcos de herradura entrelazados sobre los que se encuentra una celosía calada encima de la cual está la inscripción fundacional. La fachada se remata con un friso compuesto de dientes de sierra sobre el que está la techumbre, a cuatro aguas.
La fachada oeste también cuenta con tres puertas de acceso, con arcos de herradura inscritos dentro de arcos de medio punto sobre los que hay una galería formada por arcos de herradura decorados con dovelas de distintos colores, como los de la Mezquita de Córdoba, dentro de arcos polilobulados.
La fachada Este está muy modificada y la opuesta a la principal se destruyó tras la ampliación mudéjar.
La planta es de cruz griega inscrita dentro de un rectángulo de 7,90 m. x 8,60 m.. El aspecto es el de un cubo. Sigue modelos bizantinos y omeyas.
Cuatro columnas, con los capiteles visigodos reaprovechados mencionados anteriormente, dividen el espacio en tres naves paralelas cruzadas por otras tres, generando nueve compartimentos comunicados entre si por arcos de herradura, hechos de ladrillo.
Sobre los arcos existe un nivel medio con pequeñas arquerías, formadas por arcos de herradura polilobulados que constituyen el sistema de apoyo sobre el que se asientan nueve pequeñas bóvedas independientes de crucería califal, todas a la misma altura, excepto la central, que está en un nivel más elevado que las otras, encima de un cuadrante, dando una sensación centralizada de la planta, que nos lleva a asociarla con edificios tales como Santa Sofía de Constantinopla (arquitectura bizantina) o las mezquitas de planta centralizada posteriores.
Las bóvedas del Cristo de la Luz son todas distintas entre si. Con excepción de la central, que se enmarca en un octógono, todas están diseñadas a partir de un cuadrado en distintas posiciones, y todas son inspiradas o directamente copiadas de los modelos de Córdoba.
Las bóvedas de crucería califal, cúpulas califales o de arcos entrecruzados, se desarrollaron durante el Califato de Córdoba, de ahí su nombre, son aquellas formadas por el cruzamiento de ocho arcos, o nervios estructurales, que no pasan por el centro, no convergen, sino que cruzan recorriendo la cúpula de un lado a otro y dibujando un polígono estrellado. Los ejemplos más espectaculares son los de la ampliación de la Mezquita de Córdoba realizada por Al-Hakam II, unos años antes de la construcción del Cristo de la Luz. Las cúpulas de la maqsura y el Mihrab son las influencias directas de las de la pequeña mezquita toledana.
Finalmente, sobre las cúpulas se apoya una falsa bóveda de mampostería, sobre la que está el tejado a cuatro aguas.
Así, en este edificio nos encontramos con un primer nivel más semejante a las primitivas iglesias mozárabes, como Santa María de Lebeña en Cantabria, construida unos cincuenta años antes, por un aspecto sólido y cúbico y la planta de cruz inscrita en un cuadrado, así como el espacio distribuido por los doce arcos de herradura y los nueve compartimientos. Y en un segundo nivel nos encontramos con el arte califal inspirado en Córdoba, con las cúpulas independientes con sus entramados de arcos.
Con esto, puedo concluir que la Mezquita del cristo de la Luz, es un ejemplo de la relación entre los distintos estilos artísticos que había en la península en aquella época. Nos muestra como los árabes asimilaron los conceptos y estructuras que se encontraron en este territorio, aprovechándolos y mezclándolos con los suyos.
El Palacio Farnese de Roma, ocupado actualmente por la Embajada de Francia, es la síntesis del palacio romano renacentista, y ha sido muy imitado posteriormente.
Fue diseñado por Antonio da Sangallo el Joven (Florencia, 1484 – Terni, 1546), por encargo del cardenal Alessandro Farnese (Canino, 1468 – Roma, 1549), futuro papa Paulo III. La construcción empezó en el año 1514, pero fue interrumpida por el Sacco di Roma de 1527, retomándose en 1541, cuando Alessandro se convirtió en papa, con importantes modificaciones, hechas por el mismo Sangallo. El Palacio Farnese, actual Embajada de Francia, es la síntesis del palacio romano renacentista, y ha sido muy imitado posteriormente.
Los Farnese eran una poderosa e influyente familia que ostentó el Ducado de Parma entre 1545 y 1731. Fueron grandes mecenas de las artes. Entre sus miembros hay cardenales, papas y hasta reinas (Isabel de Farnesio, reina consorte de Felipe V). Alessandro adquirió unos terrenos en el centro de Roma y eligió a Sangallo como arquitecto porque en aquel momento gozaba de gran fama y prestigio profesional.
Sangallo ideó un edificio absolutamente clasicista, una fábrica imponente y magnífica, que demostrara el poder y la gloria de los Farnese. El resultado fue un cubo colosal que los romanos enseguida apodaron como el Dado Farnese. El cardenal, más que una vivienda acomodada, lo que deseaba era un palacio que dejara anonadada a toda la ciudad y solo el gran Antonio da Sangallo el Joven, profundo conocedor de los órdenes clásicos, era capaz de diseñar un edificio a la altura de sus aspiraciones, que aumentaron cuando en 1534 convirtió en papa, presionando a Sangallo para que el palacio fuera aún más espectacular y se convirtiera en la residencia digna de un Pontífice.
Las obras avanzaban muy lentamente, sobreviniendo la muerte de Sangallo en 1546, con la fachada inconclusa. Se cuenta que los más grandes artistas de Roma se pusieron a diseñar un remate de la misma y, de entre todos los proyectos, el Cardenal Farnese eligió el de Miguel Ángel (Caprese, 1475 – Roma, 1564), que remató la fachada con una enorme cornisa y abrió una gran ventana justo encima de la entrada principal. A la muerte de Paulo III en 1549, las obras volvieron a interrumpirse, no reanudándose hasta 1565. Con los años los arquitectos fueron sucediéndose, ocupándose ya del interior del palacio y de la fachada trasera. hasta su finalización en el año 1589.
Su fachada, de 56 metros de largo. se distribuye en tres niveles realizados de ladrillos que en algunas zonas se combinan de diferentes colores formando motivos decorativos. Las esquinas son de sillares de travertino. Su puerta principal situada en el centro de la misma está rodeada de almohadillado. Las ventanas cambian según la planta: las de la planta baja son adinteladas, las de la principal tienen frontones alternos triangulares y circulares, y los de la planta superior son todos triangulares. La cornisa que remata el edificio esta decorada con los lirios representativos de la Casa Farnese.
Estamos ante una de las grandes maravillas arquitectónicas de Roma, es el palacio del Cinquecento por excelencia. Es un edificio exento que ocupa teatralmente todo un lado entero de una plaza cuadrada, como un inmenso telón de la misma. Su fachada es de una gran simetría y regularidad, representando lo que los artistas de la época pensaban que debía ser el clasicismo. Con este tipo de obras llegaron a pensar que habían creado un lenguaje universal.
El Palacio del Infantado de Guadalajara es un edificio de transición del gótico tardío (Isabelino) al Renacimiento, obra del arquitecto Juan Guas, ordenado construir por la poderosa familia Mendoza entre 1480 y alrededor de 1500.
El reinado de los Reyes Católicos en el siglo XV, es un tiempo de cierta indefinición artística en el que conviven varios estilos artísticos diferentes en los reinos de la península, tanto por separado como entremezclados, según las zonas geográficas o según el uso que se le iba a dar a la obra. Por una parte se mantenían el gótico y el mudéjar y por otra comenzaban a aparecer las nuevas tendencias del Renacimiento provenientes de Italia, basadas en la Antigüedad clásica. Los primeros, muy del gusto de la reina Isabel I, estaban más ligados a la arquitectura oficial y las segundas se introducían a nivel privado por las grandes familias nobles, como una especie de respuesta modernizadora al tipo de estética patrocinado por la monarquía. El Palacio del Infantado de Guadalajara es un edificio de transición del gótico tardío (Isabelino) al Renacimiento, obra del arquitecto Juan Guas, ordenado construir por la poderosa familia Mendoza entre 1480 y alrededor de 1500.
Es entonces también cuando parte de la nobleza comenzó a trasladarse desde sus dominios rurales a las ciudades, convirtiéndose en urbana y mandando construir grandes palacios exentos y ostentosos a los más renombrados arquitectos, que comenzaron a introducir elementos italianizantes y clasicistas en las aún estructuras góticas y mudéjares.
La Casa de Mendoza, originaria de Álava, había ido subiendo puestos en la escala social desde el siglo XIII, convirtiéndose en una de las familias más importantes de Castilla a lo largo del siglo XV. Su miembro más famoso históricamente fue el Cardenal Pedro González de Mendoza (Guadalajara, 1428 – 1495) un personaje tan poderoso que en tiempos de los Reyes Católicos era conocido como “el Tercer Rey”.
En el año 1480, Don Íñigo López de Mendoza (Guadalajara, 1438 – 1500), segundo duque del Infantado y sobrino del cardenal, contrató al arquitecto bretón Juan Guas (Saint-Pol-de-Léon, Francia, 1430 – Toledo, 1496), uno de los mejores y más prolíficos arquitectos del siglo XV español, para que le construyera un palacio en el solar de las llamadas “Casas Principales” de la familia (donde habían residido desde finales de siglo XIV). Para las esculturas se contrató al tallista Egas Coeman, que se cree que vino a Castilla desde Bruselas, junto con un nutrido grupo de artistas para trabajar en la Catedral de Toledo.
Juan Guas era el Maestro Mayor de las obras encargadas por los Reyes Católicos. Entre otros edificios, construyó para ellos el Monasterio de San Juan de los Reyes, su frustrado panteón real en Toledo. También trabajó en grandes proyectos como la catedral de Segovia, el castillo de Belmonte o el Colegio de San Gregorio de Valladolid, convirtiéndose en el arquitecto de moda de la época y siendo considerado en la actualidad como el principal representante del gótico tardío o de transición al Renacimiento, localizado en el reino de Castilla, también conocido como isabelino.
La fachada del Palacio del Infantado, fue terminada en 1483. Responde a los esquemas propuestos por Filarette en su “Trattato d’Architettura” (1465). Como muchas obras de Guas, mezcla elementos góticos (los arcos apuntados), con decoraciones de inspiración mudéjar (las puntas de diamante) y elementos plenamente renacentistas. Al igual que muchos palacios de la época, la fachada se diseñó como el espectacular telón de fondo de una gran plaza en la que tenían lugar ostentosas fiestas y diferentes actos de la familia.
Su puerta principal responde a los modelos tradicionales mudéjares del siglo XIV. Está descentrada a la izquierda, algo usual en las grandes casas urbanas españolas anteriores al Renacimiento, donde la cuestión estética y el equilibrio y simetría de las fachadas no importaba. Está flanqueada por dos grandes columnas cilíndricas y coronada por un enorme escudo de los Mendoza con un hombre salvaje a cada lado en actitud de aguantarlo.
En la línea superior, coronando la fachada hay una galería de ventanales profusamente decorados, donde se alternan dos ventanales con una garita saliente. Aparecen columnillas, capiteles, antepechos y tracerías góticas y mocárabes. La exhuberante y recargada decoración isabelina se debe al entroncamiento de la arquitectura hispánica con la árabe, con elementos flamencos y propuestas tímidamente renacentistas. La galería contrasta con la uniformidad del resto de la fachada, decorada con una malla uniforme de puntas de diamante o cabezas de clavo.
Señalar que en su origen, el palacio tendría un aspecto mucho más gótico que ahora, ya que la fachada estaba estaba rematada por pináculos actualmente desaparecidos y los frontones triangulares de ventanas y balcones no existían.
El palacio se acabó a finales de siglo XV. Se articula alrededor de un patio central, llamado de “los leones”, de planta rectangular (cinco por siete arcos). Se compone de dos plantas con galerías de arcos conopiales mixtilíneos profusamente decorados y con una estructura muy compleja.
Imágenes:
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La monumental Puerta de Ishtar, parte de la cual se exhibe en el Pergamonmuseum, en la Isla de los Museos de Berlín, fue construida en el año 575 a.C. por Nabucodonosor II, llamado El Grande (630 a.C. – 562 a.C.), bajo cuyo reinado el Segundo Imperio o Época Neobabilónica alcanzó su máximo esplendor.
Este nuevo imperio fue fundado por su padre Nabopolosar,(658 a.C. – 605 a.C.), que liberó la ciudad de Babilonia del dominio asirio, convirtiéndola en la mítica ciudad cuyas leyenda ha llegado hasta nuestros días.
Babilonia fue reconstruida y protegida por una doble muralla rectangular con ocho puertas monumentales, cada una de ellas dedicada a una divinidad. La más famosa de todas era la Puerta de Ishtar, construida en el lado norte y denominada así en honor de la diosa de la guerra y de la fecundidad.
La Puerta era una estructura doble, con una parte interior más alta y otra exterior más baja, que es la que se exhibe actualmente en el museo (a una escala inferior). Dicha parte estaba formada un arco de medio punto, como un enorme arco triunfal de una altura de unos doce metros, flanqueado por dos torreones cuadrangulares rematados por almenas. El edificio no era macizo, tenía dependencias en su interior. El techo y sus puertas eran de cedro y originariamente habían dos esfinges dentro del arco de la puerta, actualmente desaparecidas.
Estaba situada al principio de la Vía de las Procesiones o Vía Sacra, que recorría los principales edificios de la ciudad de Babilonia y llevaba al Templo de Marduk. Dicha vía estaba protegida por más murallas monumentales y decorada por 120 esculturas de leones de adobe.
Todo el conjunto está revestido por ladrillos de cerámica vidriada, destacando del resto de edificaciones de su alrededor. La mayoría de ladrillos son de color azul oscuro y hay otros dorados o rojizos que se disponen sobre el fondo azul, dibujando la silueta de toros, leones y seres mitológicos, como “uros” (una especie de vaca) o los “sirrush” (dragones con cuerpo recubierto de escamas, patas traseras de águila y delanteras de león, que representaban a Marduck). Todos estos seres estában dispuestos en filas paralelas, dotando de gran dinamismo y un sentido rítmico a la composición. Estos relieves con decoración de animales eran muy característicos de las ciudades mesopotámicas y, después de los expolios a los que se sometieron durante décadas los yacimientos arqueológicos por parte de expediciones europeas, hoy pueden visitarse en los principales museos de Londres, París o Berlín.
En la parte inferior de la puerta hay una cenefa, o zócalo, decorada con filas de grandes flores blancas y amarillas que parecen margaritas. Motivo que se repite en también en el arco y en la parte superior de las torres.
Esta utilización de la cerámica vidriada en la arquitectura de la zona no era casual. En el terreno de Mesopotamia no había materiales pétreos para construir, pero si barro y arcillas, por eso el ladrillo se convirtió en el elemento constructivo más importante. El proceso consistía en mezclar arcilla con restos vegetales, dando forma a la masa mediante moldes y cociéndola en hornos montados junto a las construcciones. Con los años y el perfeccionamiento de la técnica se llego a la fabricación de la cerámica vidriada, y se comenzó a utilizar arquitectónicamente como un revestimiento esplendoroso de paredes hechas de materiales pobres. Fue en Babilonia donde la utilización de la cerámica como revestimiento alcanzó su mayor apogeo.
De tal importancia fueron los edificios construidos en la ciudad, que su mito, basado seguramente en las numerosas menciones del Antiguo Testamento, se ha convertido durante miles de años en un símbolo de la arrogancia humana, y esto es la prueba de su monumentalidad y valor artístico.