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San Juan del Duero

Uno de los conjuntos monásticos románicos más importantes de la península, situado a las afueras de la ciudad de Soria.

El escultor Gregorio Fernández (1576-1636)

Gregorio Fernández nació en Sarria (Lugo) en 1576. Se cree que su padre fue un entallador que estuvo empadronado en el pueblo por aquellos años. Poco se sabe de la formación escultórica de Fernández en Galicia. Se considera que aprendió el oficio en Ourense, uno de los dos focos escultóricos gallegos de la época, junto a Santiago de Compostela. Entre 1600 y 1601, con unos veinticuatro años de edad, se trasladó a Valladolid, donde por entonces residía la corte de los reyes de España, circunstancia que estimulaba la producción artística en la ciudad, convirtiéndola en un influyente centro de creación de escultura religiosa.

Gregorio Fernández

Retrato de Gregorio Fernández (Diego Valentín Díaz, ca. 1630), Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

La representación de la Pasión en pasos procesionales durante la Semana Santa de Valladolid empezó en el siglo XV y alcanzó el máximo esplendor durante el siglo XVII, época barroca con estética e ideas muy en consonancia con el espectáculo teatral de las procesiones. En un principio las figuras de los pasos eran de cartón piedra y se llamaban “papelones”, considerándose un tipo de arte de segunda categoría. Los papelones, al ser de poco peso, permitían sacar a la calle conjuntos de gran tamaño  formados por muchas figuras, pero tenían el problema de que no eran duraderos, debían estar constantemente reparándose y su calidad artística dejaba mucho que desear.

En 1604 la Cofradía de Nuestra Señora de la Pasión le encargó al escultor Francisco del Rincón (1567-1608) el conjunto de la Elevación de la Cruz, actualmente en el Museo Nacional de Escultura, obra pionera al ser el primer paso procesional ejecutado en madera policromada. La obra tuvo tal éxito que, a partir de entonces, las cofradías comenzaron a abandonar los papelones y sustituirlos por esculturas de madera, pasando este tipo de arte a considerarse como de primera categoría y convirtiendo a Rincón en el escultor más prestigioso de la ciudad.

Francisco rincón escultura cristo

“Elevación de la Cruz”, Francisco del Rincón, 1604. MNE, Valladolid.

A su llegada a Valladolid, Gregorio Fernández entró a trabajar en el taller de Rincón, estableciéndose entre los dos artistas una colaboración tan estrecha, que se cree que Rincón fue el que introdujo a Fernández en la Corte de Felipe III y el Duque de Lerma. En 1605 el escultor gallego abrió su propio taller en la ciudad, que acabó convirtiéndose en una verdadera factoría de imágenes, en la que él era el maestro de un ejercito de escultores, pintores, policromadores, doradores y ensambladores.

Siempre confesó su admiración e inspiración por la obra de Juan de Juni (1506-1577), artista de obras religiosas apasionadas y de gran intensidad, considerado como el padre de la escultura barroca española. Hasta el punto de que en 1615 compró la casa y el estudio donde había vivido el escultor y, junto con unas casas contiguas a los mismos, instaló allí su taller, que funcionaba como una empresa comercial: Primero el escultor firmaba los contratos y diseñaba las esculturas que le habían encargado, ya fuera con dibujos o con maquetas en cera o arcilla. Seguidamente, de acuerdo con dichos diseños, los oficiales desbastaban y esculpían las figuras, dejando la ejecución de la cabeza y las manos al escultor titular, siempre que los clientes no exigieran que la totalidad de la obra fuera realizada por el mismo.

San Pedro barroco Valladolid

San Pedro en Cátedra, Gregorio Fernández, ca.1630. MNE Valladolid

En el caso de los pasos procesionales, todos se realizaban previo contrato escrito en el que se especificaba con gran precisión la composición de la escena, el número de figuras y la historia narrada. Una vez el escultor acababa la obra, esta era revisada por peritos del arte que daban el visto bueno, o no, para que pudiera salir a la calle en procesión.

Del taller de Fernández salieron muchos retablos en los que trabajaban gran cantidad de artistas de diferentes disciplinas. Normalmente él solo ejecutaba la parte escultórica del retablo, con un estilo realista y de gran carga emocional y mística, como era habitual en su obra. En algunas ocasiones también se le contrataba para que tallara las figuras que iban a colocarse en retablos diseñados por otros artistas.

Los retablos de la época de Gregorio Fernández solían tener una estructura bastante sobria y estaban llenos de figuras. Él prefiría trabajar sin composiciones arquitectónicas novedosas, con escenas sencillas, y pocas figuras de gran tamaño, que destacaban con gestos ampulosos y teatrales sobre la estructura arquitectónica del conjunto.

Para la policromía de las obras colaboraban con Fernández varios pintores profesionales e independientes. Una vez pintadas, los trabajadores del taller añadían postizos como dientes de marfil, pelo humano, ojos de vidrio y uñas de cuerno de toro. Las heridas adquirían mayor realismo pegando trozos de corcho que luego se pintaban dando la sensación de costras y cicatrices. Respecto a las prendas de tela que vestían algunas figuras, se eliminaron elementos que aparentaran lujo y riqueza, como brocados y puntillas e intentaron imitar una tela de paño de color plano y uniformes, que a veces se decoraba pintando encima de ella cenefas, muestras o imitaciones de joyas y metales.

Gregorio Fernández fue una persona piadosa y profundamente religiosa. Pertenecía a varias cofradías religiosas y se basaba en textos de santos y de la misma Biblia para diseñar sus esculturas. Se sabe que antes de empezar una pieza se sometía a un período de ayuno y reflexión, de acuerdo con las enseñanzas de Ignacio de Loyola. Su obra está impregnada del misticismo y del espíritu de la Contrarreforma, llena de escenas dramáticas y teatrales, con figuras en posturas y gestos muy forzados, y una claridad muy estudiada para que la gente pudiera interpretar sin problemas el significado de la obra que estaba viendo.

Inmaculada logroño

Inmaculada Concepción, Gregorio Fernández, Santa María de la Redonda, Logroño

 

TIPOS Y MODELOS CREADOS:

Tuvo una aportación decisiva y muy prolífica en el arte de la escultura. Construyó gran cantidad de retablos y ejecutó multitud de imágenes. Trabajó estrechamente con las cofradías vallisoletanas en la ejecución de sus pasos procesionales y creó modelos escultóricos paradigmáticos del arte barroco, que fueron copiados hasta la saciedad por el resto de escultores de la península, entre ellos los siguientes:

  • El Cristo azotado con las manos atadas descansando sobre una columna baja, imitando a la supuesta original conservada en la Basílica de Santa Práxedes de Roma.
  • El Cristo yacente con la cabeza reposando en una almohada, esculpido en una misma pieza junto al lecho en el que descansa. Fernández talló al menos quince versiones del tema, representando al Cristo aislado, muerto y sin personajes acompañándolo. Recurrió a la máxima dramatización y patetismo posible, intentando transmitir un gran sentimiento de dolor en este modelo de obras.
  • La Dolorosa y la Piedad, representadas al pie de la cruz, sentadas con los brazos abiertos o sujetando el cuerpo del Cristo, sin tocarlo directamente, con un paño entre de los dos.
  • La Inmaculada Concepción, que es el tema mariano que más realiza. La representaba muy joven, como una quinceañera, con cabellos largos peinados con raya en medio y la melena cayendo sobre su espalda, cuerpo cilíndrico totalmente inmóvil y rígido, manto trapezoidal y simétrico, manos juntas delante del pecho en actitud de rezo, corona sobre su cabeza y aureola de rayos metálicos a su alrededor. Normalmente se acompañaba con las esculturas a sus pies del demonio en forma de dragón, de la Luna y, en algunas ocasiones, de un grupo de ángeles. Creó un prototipo de Inmaculada de gran influencia que será muy imitado en tierras castellanas y que no varia sustancialmente en las muchas versiones que tallará a lo largo de su vida.
  • Santa Teresa representada como escritora, con pluma y libro recibiendo la inspiración divina.

Su obra evolucionó desde un manierismo influenciado por los artistas italianos, sobre todo por Pompeio Leoni, hasta un estilo tremendamente personal de carácter radicalmente naturalista en las etapas finales de su vida.

Gozó de gran prestigio, recibiendo encargos de las personas e instituciones más importantes de la época y multitud de artistas de toda la península lo imitaban, porque su estilo era el que solicitaban todos los demandantes de obras escultóricas del momento.

En 1624 comenzó a sufrir recurrentes problemas de salud hasta su fallecimiento en Valladolid el 22 de enero de 1636. Su fama como artista era tal que por su muerte se oficiaron más de cien misas en la ciudad. Cuando aún estaba vivo, el rey Felipe IV dijo de él: “Muerto este hombre, no ha de haber en este mundo dinero con que pagar lo que dejare hecho”.

Civitates orbis terrarum

Vista de Valladolid, Braun y Hogenberg 1574, Civitates orbis terrarum.

 

OBRA ARTÍSTICA:

Uno de los primeros trabajos conocidos de Gregorio Fernández fue su colaboración en la decoración del Salón de Saraos del Palacio Real de Valladolid en 1605, actual e irreconocible Subinspección del Ejército de Tierra, donde, a las órdenes de Pompeio Leoni, participó en la ejecución de un templete erigido en el interior de la gran sala y dedicado a la Virtud.

Palacio Real Valladolid

Palacio Real Valladolid

Sus primeras obras documentadas fueron ejecutadas en el año 1606. San Martín y el Pobre (Museo Diocesano de Valladolid) fue el primer paso procesional que talló en Valladolid. Un conjunto pequeño tamaño (1,33 m.) hecho con líneas amables y suaves.

San Martín y el pobre, Gregorio Fernández, 1606, Museo Diocesano de Valladolid

Ese mismo año ejecutó algunas esculturas del retablo de la Iglesia de San Miguel de Valladolid , poseen una gran gestualidad manierista y deformaciones anatómicas para poder ser bien vistas desde el nivel del suelo.

San Gabriel barroco iglesia

San Gabriel, Gregorio Fernandez, 1606.Iglesia de Ssan Miguel, Valladolid.

Poco a poco comenzaron a multiplicarse los encargos para que esculpiera todo tipo de figuras religiosas, tanto de carácter independiente como formando parte de un retablo. Pasado el 1610 el volumen de trabajos era tal, que no tuvo más remedio que ampliar su taller, comprando una casa contigua y contratando más oficiales.

En las numerosas esculturas del retablo mayor de la Iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey (1611) comenzó a notarse su evolución hacia el realismo barroco. Sus figuras fueron ganando en dinamismo y movimiento, apareciendo por primera vez vestidas con ropajes angulosos y quebrados, diseñados para potenciar los efectos de la luz y las sombras sobre ellos.

El contacto de Gregorio Fernández tanto con artistas como con nobles, le dio acceso a sus colecciones de libros y grabados a través de los cuales conoció las obras y tendencias de arte europeas del momento. Su Arcángel Gabriel (1611), conservado en el Museo Diocesano de Valladolid, es una delicada talla que se sostiene con la punta del pie en un equilibrio casi acrobático. Aunque siempre se ha relacionado esta obra con la figura del Mercurio Volador de Juan de Bolonia (1565), la hipótesis más creíble es que Fernández se inspiró directamente en algún grabado de una escultura del mismo dios ejecutada en 1571 por el artista flamenco Jacques Jonghelinck, actualmente colocada en el salón del Trono del Palacio Real de Madrid y con la que guarda muchas más semejanzas que con la de Juan de Bolonia. Fernández esculpió al Arcángel totalmente desnudo y con una anatomía sin desarrollo muscular propia de un adolescente. Su postura casi imposible es característica del último Manierismo, con una composición en diagonal y movimientos danzarines. Así como los alargamientos antinaturales de su cuello y brazos y la expresión dulce de su cara.

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Arcángel Gabriel, Gregorio Fernández, 1606. Museo Diocesano de Valladolid

Su primer paso procesional fue Sed Tengo (1612-1616), expuesto en el Museo Nacional de Escultura. Representa la escena de la Pasión en la que un soldado le da de beber una esponja empapada con hiel y vinagre a Jesús crucificado. Se compone de varias figuras esculpidas en un tamaño mayor al de las que creaba Rincón. La composición es piramidal y muy atrevida, ya que se ideó para que fuera vista desde diferentes ángulos conforme iba avanzando por las calles en procesión, dando una gran sensación de movimiento. Además, sitúa una figura encaramada arriba de la cruz, por encima del Cristo, cosa que rompía con los cánones religiosos, ya que nadie podía estar en un nivel superior a él. Todo el conjunto tiene un aire muy teatral con las imágenes burlescas de los “sayones”, que es el nombre con el que se conoce a todas aquellas figuras secundarias que ayudan a componer la narración de los pasos procesionales, y que solían ser soldadesca, verdugos o truhanes, representados muy prototípicamente con gestos exagerados y rasgos grotescos.

Valladolid Semana Santa

En 1613 ejecuta las esculturas del retablo mayor del Monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, entre las que destaca el altorrelieve de Jesús desclavándose de la cruz para abrazar a San Bernardo, obra de gran intensidad emocional con un Jesús apoyándose con gran delicadeza en los hombros del Santo.

San Bernardo religión barroco

Retablo mayor. Iglesia del Monasterio de las Huelgas Reales (Valladolid)

También alrededor de 1613 realiza el Santo Ecce-Homo conservado en el Museo Diocesano de Valladolid, una talla de cuerpo entero, a tamaño natural y con una magnífica anatomía. Se trata de un “desnudo blando”, esbelto y manierista, con una fuerte inspiración clásica, en la que la pose relajada y suave del Cristo, con los brazos cruzados en el pecho, las piernas en contraposto y la espalda levemente arqueada recuerdan al modelo de la Venus Capitolina.

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Ecce Homo, Gregorrio Fernández, 1613. Museo Diocesano de Valladolid

 

jesucristo anatomía

Ecce Homo, Gregorrio Fernández, 1613. Museo Diocesano de Valladolid

En 1614 realiza el paso de El Camino del Calvario, también en el Museo Nacional de Escultura, que representa dos momentos del Vía Crucis fusionados en una misma obra: el Cireneo ayudando a llevar la cruz y la Verónica ofreciéndole el paño a Jesús. Está compuesto de cinco esculturas sin ninguna disposición geométrica, colocadas en función de las historias que se están narrando. En este paso ya se reconocen características propias de Fernández, como el diferente tratamiento entre las figuras que ayudan a Jesús, ejecutadas con gran delicadeza, en contraposición a las figuras que están ofendiéndolo, los sayones de rasgos caricaturescos. También destaca el naturalismo en las anatomías y la sensación de movimiento y dinamismo de todo el conjunto.

Curiosamente, se ssabe que la figura de Cristo a cuestas con la cruz no es la original y que el paso estaba presidido por un Nazareno de pie y vestido con telas. Lo que no se conoce con certeza es si la figura actual es de Fernández.

calvario pasión procesión

Camino del Calvario, Gregorio Fernández, 1614. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Veronica escultura barroca

Camino del Calvario, Gregorio Fernández, 1614. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Se cree que el Cristo Yacente del Pardo es una escultura votiva encargada entre 1614 y 1615 por el rey Felipe III como acción de gracias por el nacimiento de su primer hijo varón, el futuro Felipe IV. Está expuesta en la iglesia del Convento de los Padres Capuchinos de El Pardo (Madrid). Es una figura concebida para ser contemplada solo lateralmente, por lo que está inclinada hacía la derecha, con el tronco y una pierna ligeramente levantados hacia ese lado. No hay rastro de rigidez en el cuerpo, si no que yace relajadamente sobre un sudario. La muerte se manifiesta en las heridas del cuerpo magistralemente representadas.

Madrid el pardo Cristo yacente

Cristo Yacente, Gregorio Fernández,ca.1614-1615, Convento de Capuchinos del Pardo (Madrid)

 

El San Sebastián (1615-1620) expuesto en el Museo Nacional de Escultura nos muestra al santo, a tamaño natural, atado en un tronco en el momento de ser asaeteado hasta morir. La postura de la figura, a pesar del tormento que sufre, es reposada y suave, sin rastro de la teatralidad barroca. Solo la cara del santo expresa dolor. Su anatomía es bella y equilibrada y está muy poco manchada por la sangre de las flechas, por lo que la evidencia del tormento no es muy notoria. El árbol en el que se apoya está tallado de una forma muy naturalista y se bifurca en varias ramas dando un toque paisajístico a la obra.

San sebastian Museo Nacional Escultura

San Sebastián, Gregorio Fernández, 1615-1620. Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

En 1616 ejecuta para la Cofradía Penitencial de Nuestra Señora de las Angustias de Valladolid, el paso de La Sexta Angustia, actualmente en el Museo Nacional de Escultura. En él introdujo el prototipo de representación de la Piedad, una imagen de María sujetando el cuerpo muerto de Cristo en su regazo, pero sin tocarlo directamente. La virgen eleva el brazo y la cabeza hacia el cielo, un gesto muy teatral que se convertirá en arquetípico de la imaginería barroca y el Cristo está esculpido con una magnífica anatomía y un color cerúleo propio de un cadáver con rigor mortis. El conjunto es asimétrico, la virgen está en un lado y el cuerpo de Jesús reposa sobre una base rocosa, rompiendo con la concepción renacentista triangular de las Pietà italianas, como la de Miguel Ángel. A partir de esta obra, el naturalismo exacerbado comienza a ser una constante en el estilo de Fernández.

El paso se completaba con una María Magdalena y un San Juan que aún permanecen en la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, por lo que el conjunto completo debió ser de los más monumentales de la Semana Santa.

Sexta angustia Piedad

La Sexta angustia, Gregorio Fernández, 1616. Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

 

Virgen María Jesús catolico

La Sexta angustia, Gregorio Fernández, 1616. Museo Nacional de Escultura de Valladolid.

En 1619 talla para la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid, El Señor Atado a la Columna, una de sus grandes obras maestras y pieza cumbre de la imagineria española de todos los tiempos. Fernández crea con ello otro modelo a seguir que sería imitado hasta la saciedad. Actualmente se encuentra en la Iglesia Penitencial de la Santa Veracruz de Valladolid. Es una imagen a tamaño natural con una anatomía perfecta y un gran realismo en la representación de las heridas y llagas de la espalda. Su pose es serena, y sus gestos suaves a pesar de la crudeza del momento. Se trata de uno de los últimos ejemplos del clasicismo manierista, a las puertas ya de la entrada en el período barroco.

Se cree que formaba parte de un paso procesional compuesto por unas siete figuras representando el azotamiento, aunque acabó desfilando en solitario, seguramente por su excelencia y prestigio artístico. La columna actual no es la original. Aquella seguía el modelo troncocónico de la conservada en Santa Práxedes de Roma.

manierismo España Castilla

El Señor Atado a la Columna, Gregorio Fernández, 1619. Iglesia de la Santa Vera Cruz (Valladolid).

 

En 1623 ejecuta para la misma cofradía de la Vera Cruz el paso El Descendimiento de Cristo Nuestro Señor de la Cruz, obra de gran monumentalidad, con una composición en diagonal, muy barroca, con dos focos, el Cristo arriba en la cruz y la Virgen sentada abajo, en el otro extremo del paso, con los brazos en alto, rompiendo con la narración del Nuevo Testamento en función de una puesta en escena más emocional. El resto de esculturas están concebidas para enfatizar la diagonal Virgen-Cristo. Los detalles y el tratamiento de las telas son muy meticulosos y realistas.

El Descendimiento de Cristo Nuestro Señor de la Cruz. Gregorio Fernández, 1623. Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid.

 

Descendimiento barroco

El Descendimiento de Cristo Nuestro Señor de la Cruz. Gregorio Fernández, 1623. Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid.

 

Otra gran obra maestra suya es el relieve del Bautismo de Cristo realizado entre 1624 y 1628 para el retablo del Convento de Carmelitas Descalzos de Nuestra Señora del Consuelo en Valladolid y que hoy se conserva en el Museo Nacional de Escultura. En el mismo, adelanta al primer plano las figuras de San Juan Bautista y de Jesús, casi exentas, y las sitúa sobre un fondo sin ningún elemento innecesario que distraiga la escena. La obra sigue los postulados de la Contrarreforma, Jesús ya no ocupa el lugar central de la composición y está arrodillado con un gesto de humildad frente a San Juan. Los dos personajes tienen una pose contenida y elegante. Sus cuerpos son esbeltos. El naturalismo de la anatomía de las figuras es tan grande que se representan minuciosamente las venas debajo de la piel, los tendones y los resaltes musculares que son más mórbidos en la figura de Jesús y más tensionados en la de San Juan, al que se supone más nervioso. la talla de sus cabellos es prodigiosa, así como sus ropajes pesados y angulosos. El fondo representa muy esquemáticamente un paisaje con el rio Jordán en su parte inferior y una escena de la gloria del cielo, con Dios y el Espíritu Santo contemplando el bautismo rodeados de ángeles.

bautismo san juan escultura

Bautismo de Cristo, Gregorio Fernández, 1624-1628. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

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Bautismo de Cristo, Gregorio Fernández, 1624-1628. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Entre 1624 y 1632 ejecutó el monumental retablo mayor de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Vitoria, inspirado en el del Monasterio del Escorial y presidido por una de sus características y modélicas Purísimas. Todo el programa del retablo está basado en los ideales trentinos, con figuras de un estilo muy naturalista y los gestos teatrales y ampulosos propios del barroco. Todo tiene un detallismo minucioso, las barbas y cabellos esculpidos son excepcionales y las expresiones de los rostros consiguen transmitir sus sentimientos al espectador. La Inmaculada Concepción colocada en el centro del altar está considerada una de las mejores del escultor, y las esculturas de San pedro y San Miguel son dinámicas y llenas de expresividad. Finalmente, los relieves del retablo, algunos casi de bulto redondo, están inspirados en grabados y estampas de Durero, los Hermanos Wiericx o Cornelio Cort.

Vitoria Gasteiz iglesia Euskadi retablo

Retablo de la Iglesia de San Miguel, Gregorio Fernández, 1624-1632. Vitoria-Gasteiz

 

La figura de Santa Teresa encargada para el Convento del Carmen de Valladolid y hoy en el Museo Nacional de Escultura, se sabe que ya existía con certeza en el año 1625, aunque podría ser un poco anterior. Se trata de una de las muchas figuras que se tallaron de la santa a partir de su canonización en 1614. En este caso, el artista vuelve a crear un modelo que será repetido a lo largo de los siglos, el de la santa escritora, con pluma y libro, recibiendo la inspiración divina. Nos muestra una mujer idealizada, nada que ver con la dura vida que en realidad había llevado la mujer, viajera incansable que tuvo que luchar intelectualmente contra las altas instituciones de la iglesia y al mismo tiempo cuadrar cuentas, pagos e ingresos de su institución.

Las vestimentas están policromadas con una bella cenefa que convierte en lujoso el parco manto carmelita, olvidando las enseñanzas teresianas de pobreza y humildad. Dicho manto está dispuesto asimétricamente, colgando en la parte derecha y sujeto al hábito en la izquierda, recurso que dota de más movimiento a la escena. Se representa en el preciso momento de una revelación divina, con su rostro casi en éxtasis, captándola con una pose de inmensa sorpresa, mirando hacia arriba como si fuera a caerle el libro de las manos. Dicho libro está magistralmente ejecutado, parece de verdad, y en él está escrito el nombre de su confesor, Pedro de Alcántara.

Santa Teresa Contrarreforma escultura

Santa Teresa, Gregorio Fernández, 1624. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Gregorio Fernández escultor

Santa Teresa, Gregorio Fernández, 1624. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Otra obra maestra de la escultura es el Cristo Yacente realizado para la Iglesia de la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Madrid, actualmente expuesto en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, tallado entre 1625 y 1630. La figura es un hermoso desnudo, relajado después del sufrimiento al que ha sido expuesto, pulcramente cubierto con un paño de pureza, ejecutado con una policromía grisácea y mate, con el tono de piel propio de un muerto, manchado con la sangre seca que manaba de sus heridas, perfectamente representadas. La cabeza está ligeramente vuelta hacia la derecha, para facilitar la contemplación del rostro, de gran expresividad y patetismo, con la boca y los ojos inertes entreabiertos.

Parece que Fernández se recrea en un realismo morboso, sin llegar a lo macabo, acentuado con los postizos que añade a la talla (dientes de marfil, ojos de cristal, pestañas de pelo, corcho en las heridas y uñas de asta), que hace conmover al espectador. Nadie queda indiferente ante esta magna obra.

Crsto yacente Gregorio Fernandez

Cristo Yacente, Gregorio Fernández, ca.1627. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

arte Gregorio Fernández Jseucristo

Cristo Yacente, Gregorio Fernández, ca.1627. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Su torso está levemente incorporado sobre unos almohadones, lo que hace que su brazo repose por debajo de la caja torácica, pudiendo verse así la herida del costado. La figura ofrece un magnífico perfil de desnudo masculino, acentuado porque el paño no cubre totalmente la cadera del hombre, dejando esa parte a la vista, algo que hubiera podido resultar problemático en la época y que las autoridades aceptaron gracias a la majestad y el realismo que desprende la imagen. Con esta obra el artista convirtió al desnudo humano en divino.

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Cristo Yacente, Gregorio Fernández, ca.1627. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

El Cristo de San Benito el real (1630), conocido como Cristo de la Luz, fue un encargo del monasterio benedictino, que se exhibe actualmente en el Museo Nacional de Escultura. Está considerado como uno de los mejores y más sobrecogedores crucificados de Fernández. Con él intentó transmitir la sensación de que la muerte acababa de producirse. El rostro de Cristo es el de una persona muerta después de un gran sufrimiento. La cara está afilada y amoratada y sus ojos están hundidos. El cuerpo está desplomado, aguantándose solo con los manos clavadas, por lo que los brazos están tensionados por el peso. La anatomía del personaje ya no es musculosa y rotunda como en otras obras similares del escultor, ahora su vientre aparece hundido, su tórax es delgado y sus piernas esbeltas. Las heridas están representadas con gran verismo y la sangre abundante resbala desde ellas por todo el cuerpo. Para acentuar el dramatismo, Fernández usó todo tipo de postizos que le daban más realismo a la obra. El naturalismo es extremo en toda la figura excepto en su paño de pureza, que parece que está ondeando con el viento. Según se cree, Fernández quiso representar con dicho movimiento forzado la tempestad que, según los Evangelios, se desató después de la muerte de Cristo.

Cristo San Benito Valladolid Castilla

Cristo de San Benito el Real, Gregorio Fernández, 1630. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Uno de sus últimos y más complejos trabajos fue el monumental retablo de la Catedral Nueva de Plasencia, ejecutado entre 1625 y 1634 y considerado uno de los mejores de España. La magnitud del proyecto y los retrasos en las entregas de las piezas por parte de Fernández, provocados por la acumulación de encargos unida a su ya precario estado de salud, provocaron que el cabildo ordenara la modificación del proyecto, por temor a que no pudiera ejecutarlo, sustituyendo algunos conjuntos escultóricos por cuatro grandes lienzos, lo que hizo disminuir el trabajo de Fernández.

Aún así, el equilibro y armonía entre arquitectura, pintura y escultura es magistral. Es una obra en la que los movimientos de las esculturas son bruscos y remiten a la iconografía de la Pasión de Cristo y en algunas partes del retablo rebasan, con gran modernidad, el marco arquitectónico donde deberían estar enmarcadas. Fernández creó un espacio barroco muy complejo y totalmente impregnado de las ideas de la Contrarreforma, cuyo objetivo era destacar la importancia histórica de la Iglesia Católica, situando en su centro a la que se consideraba el origen de la Fe: laVirgn María rodeada de sus padres.

Retablo de la catedral nueva de Plasencia, varios artistas, 1624.

 

Inmaculada concepción Plasencia Gregorio Fernández

Inmaculada del Retablo de la catedral nueva de Plasencia, Gregorio Fernández, 1624.

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Actualmente es imposible deslindar el trabajo de Gregorio Fernández del de los escultores colaboradores en su taller. Su influjo fue tan grande en los artistas, que actualmente hay mucha obras en las que es complicado descubrir su autoría original, además en muchos casos la documentación no se ha conservado, por lo que la autoría se ha hecho por comparación con otras obras.  Llegar a la conclusión de que una escultura es obra de Fernández es todo un acontecimiento tanto para el mundo del arte como para la institución que la alberga.

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Ángeles heraldos, Gregorio Fernández, 1622. Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Clasicismo Francés del siglo XVII: Iglesias

Barroco y Clasicismo francés son denominaciones historiográficas que designan los estilos artísticos desarrollados en Francia durante el siglo XVII.

Retablo Mayor de la Cartuja de Miraflores en Burgos (1496-1499)

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Durante el siglo XV, la actividad artística en Castilla se concentró en Toledo y Burgos. En esta última, trabajó el escultor Gil de Siloé, una de las grandes personalidades del gótico en la península. Él fue el artífice, entre otras obras de la misma cartuja, de su  retablo mayor, empezado en el 1496 y acabado el 1499.

Es un retablo novedoso porque se sustituye la tradicional composición en pisos por un sistema geométrico en el que destaca el círculo, lo que produjo en su época cierta controversia. Se se sabe que la obra fue muy famosa, visitándola artistas de muchas procedencias para verla, sin que fuera muy apreciado. Solo hay constancia del impacto que causaba tanto su tamaño como la acumulación y su gran número de figuras, pero al tener una disposición tan contraria a los cánones del momento, causaba más aprensión que admiración. Prueba de ello es que no inspiró a otros retablos. No fue copiado ni en España ni en toda Europa, solo hay uno similar en la iglesia de San Nicolás de Bari de Burgos, realizado en 1505 por Simón de Colonia.

El retablo está organizado en un gran rectángulo que se asemeja a un tapiz, que a su vez está dividido en dos más pequeños por una línea horizontal. En el rectángulo de arriba se sitúa el gran círculo, llamado rueda de ángeles, que es tangente al rectángulo en su parte de arriba y en la de abajo y contiene una Crucifixión que con sus brazos, divide en cuatro cuadrados el interior del círculo, dentro de los cuales se representan escenas de la Pasión. Gil de Siloé debió inspirarse en obras donde el círculo está presente en la composición.  Las ruedas angélicas son bastante abundantes en el arte medieval, tanto en manuscritos, como en tapices o pinturas, incluso en algún retablo del centro o norte de Europa.

Como la rueda está dentro de un rectángulo, en los cuatro vértices que la flanquean se sitúan cuatro círculos más que cobijan imágenes de los evangelistas y en los huecos que quedan a derecha e izquierda del gran círculo, se colocan dos grandes imágenes de San Pedro y San Pablo.

El rectángulo inferior se divide en cuatro calles separadas por cuatro grandes figuras de santos, en dichas calles también hay escenas de la vida de Jesús. Finalmente en los lados inferiores están las estatuas orantes de los reyes Juan II e Isabel de Portugal, los padres de Isabel la Católica.

En el retablo, nada es casual, que todas las figuras están en el lugar que deben estar, cumpliendo una función determinada y siguiendo una jerarquía. Hay todo un programa iconográfico y simbológico en la obra expuesto con total coherencia para un gran conocedor de la religión.

El círculo está formado a su vez por tres círculos de ángeles, el más exterior por ángeles orantes con las manos unidas en señal de oración, el central por ángeles vestidos de dorado que cruzan sus manos sobre el pecho y el más interior, y por tanto el más cercano a la Crucifixión, por ángeles vestidos con ropas de liturgia y las dos manos abiertas, como cuando se bendice el vino y el pan en la Eucaristía.

El retablo fue una obra extremadamente cara. No hay constancia escrita de quien la financió pero con total seguridad fue la misma reina Isabel, que estaba especialmente interesada en el proyecto, ya que el cenobio fue una donación de su padre a la orden cartuja.

Los artífices de la obra se citan en condiciones de igualdad: Gil de Siloé como el escultor y Diego de la Cruz el policromador, porque cuando se trataba de retablos de madera pintados, se consideraba que tanto un artista como otro tenían igual merito y responsabilidad en el resultado. La gran cantidad de oro utilizada en la policromía es lo que encareció el proyecto, mucho más que el tallado.

El conjunto, aparte de su significado religioso, está diseñado para causar una fuerte impresión visual, a pesar de no ser aceptado en su tiempo, es una obra extremadamente espectacular del último gótico que abruma y no deja indiferente a nadie. Es un despliege de imágenes que en un principio dan una sensación de caos, debido a su número y densidad, pero que, con calma, pueden ir interpretándose además de comprobar que, en realidad, todo sigue una rígida geometría.