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“La lechera de Burdeos” de Francisco de Goya, 1825-1827

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La Lechera de Burdeos

Francisco de Goya y Lucientes

1825 – 1827

Óleo sobre lienzo

74 x 68 cm.

Museo del Prado, Madrid

En el año 1823 Fernando VII reinstaura en España la monarquía absolutista e inicia una represión feroz contra los “liberales”, epíteto con el que se denominaba a todos aquellos que apoyaron la Constitución de 1812. Francisco de Goya, asustado, pidió un permiso al rey para viajar al balnario francés de Plombières y con esa excusa, huyó de España y se instaló en Burdeos, donde residió hasta su muerte en 1828.

“La lechera de Burdeos” es una obra a la que Goya tenía mucho cariño. Es un cuadro pintado por una persona anciana, exiliada de su país, despreciada por la sociedad española, desencantada pero libre, tanto política como artísticamente. Goya ya no quiere pintar grandes retratos de personalidades, está cansado y acaba de sufrir una gran crisis personal, la que le llevó a pintar las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo, así que se decide pintar, sin pretensiones, academicismos ni compromisos, a una persona humilde y sencilla, una mujer anónima del pueblo llano.

El cuadro está ejecutado con pinceladas largas y fuertes, muy marcadas y visibles, como harían posteriormente los impresionistas franceses, excepto en el cuello y el rostro de la mujer, donde la pintura está más difuminada.

La lechera tiene una expresión ausente, como etérea y soñadora. No sabemos si está pensativa o si está cansada del trabajo. En lo que si estamos de acuerdo es en lo bien que ha captado Goya sus sentimientos.

Ella es la única figura de todo el cuadro. Se supone que está encima de un animal, seguramente un burro que no vemos y el fondo es solo pintura, no hay nada, está totalmente deslocalizada. Solo aparece por el lado izquierdo un cántaro de barro bastante difuminado.

Cromáticamente todo el cuadro está pintado con colores fríos, algo que rompe con las reglas académicas, excepto la piel de la mujer, que contrasta con sus tonos cálidos y rosáceos.

Seguramente, más que un retrato, es una especie de homenaje a la belleza femenina, ya que no cumple los cánones y requisitos académicos de un retrato convencional, de hecho, la visión de Goya es bastante moderna y contemporánea, adelantándose a Courbert en lo que posteriormente se llamará Realismo.

La Plaza Mayor en España

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Las ciudades españolas de la época de los Austrias continuaban teniendo todos los defectos de las ciudades medievales: calles estrechas, callejones sin salida, plazuelas, viviendas sucias e insanas, palacios mediocres, ausencia de comodidad, accesos difíciles, falta de higiene y canalización de aguas fecales y desperdicios, barros y lodos en las calzadas y escasez de altura en los edificios. La Casa de Austria no cambió nada de esto, exceptuando la publicación de algunas ordenanzas para mejorar la salud pública que no se cumplieron en casi ninguna ciudad. Sin embargo, si que se preocupó de dotar a las ciudades más importantes o comerciales de un recinto público, amplio y recogido al mismo tiempo, donde mostrar al pueblo las exhibiciones de la realeza: las Plazas Mayores, consistentes en espacios urbanos donde se celebraban toda clase de eventos de cara al pueblo, que servían de paseo y punto de reunión ciudadana en los días normales, que en la sede de la corte eran los menos, porque algunos monarcas, en particular Felipe III y Felipe IV, celebraban fiestas continuamente, como propaganda y mayor gloria suya.

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Los gastos de la Corte en festejos eran fabulosos y supusieron uno de los problemas más importantes para los validos, bien para mesurarlas, debido al enorme déficit del erario público, o bien para fomentarlas, con el fin de distraer a la plebe y tapar los serios asuntos del gobierno de la Nación. La Plaza Mayor aparte de ser Plaza de Armas y Plaza del Mercado, también se convirtió en el escenario público de todo tipo de representaciones festivas, así como ajusticiamientos de condenados a la hoguera u horca y autos de fe de la Inquisición.

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En ellas se celebraban procesiones religiosas, desfiles reales, torneos y todo tipo de juegos. También acogían los espectáculos taurinos  antes de que comenzaran a usarse las plazas de toros en el siglo XIX. De hecho, en el siglo XVI todas las plazas mayores sirvieron para espectáculos de toros, y en algunas de ellas, como la de Peñafiel o Chinchón, esa costumbre ha llegado hasta nuestros días.

Debido a su vocación de plaza para espectáculos comenzaron a aparecer en ellas balcones volados para que los ricos pudieran contemplar mejor las fiestas desde ellos. El balcón municipal se desarrolló más que el resto y también se idearon miradores privilegiados para la alta nobleza y la familia real.

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La Plaza Mayor se reguló y ordenó urbanisticamente a partir del siglo XVI, pero tiene unos orígenes anteriores e inciertos. Hay que pensar que durante toda la historia, el hombre ha intentado racionalizar el espacio de las ciudades y mejorarlas estética y funcionalmente. Este tipo de plazas podrían ser perfectamente las herederas del ágora griega, del foro romano, de los diferentes tipos de plazas medievales de algunas ciudades europeas o de los modelos renacentistas de “ciudad ideal”,  trazada de forma regular y cuadriculada, en los que la plaza ocupaba el lugar más central y protegido de la ciudad.

Aún así, hay dudas razonables de que las plazas mayores españolas estén directamente inspiradas en los modelos citados, ya que cuando comenzaron a crearse no se conocían muy bien las fórmulas urbanísticas clásicas. No hay ningún dato en el proceso de creación de este tipo de  plazas que haga referencia a esos hipotéticos modelos, si bien algunas de sus funciones fueran similares. Hay que añadir también su carácter residencial, con fachadas respondendiendo a un modelo de arquitectura doméstica muy lejana de los espacios clásicos griegos o romanos.

Existen antecedentes de las típicas plazas mayores rectangulares y porticadas en los nuevos asentamientos fundados por los conquistadores en Canarias y en Nuevo Mundo que respondían a los modelos urbanísticos de la ciudad ideal renacentista, basados en la higiene, la salubridad, la defensa y el confort de sus habitantes. Un claro ejemplo es la Plaza Mayor de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria, construida entre 1512 y 1518, qe sirvió de modelo a otras grandes plazas del Nuevo Mundo, en las que se ubicaban siempre los principales edificios de la ciudad, convirtiéndose en el lugar más representativo y también el más protegido, al ocupar el centro del asentamiento, que era el punto más lejano de las murallas defensivas.

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La Plaza Mayor española solía ser rectangular, con casas uniformes alrededor semejando una construcción unitaria y corrida. Eran porticadas y, en algunos casos, en su centro se situaba una estatua ecuestre del rey o de algún personaje famoso. Una serie de arcos situados en las esquinas o ángulos las conectaban con las calles principales de la ciudad.

La mayoría de veces el Ayuntamiento presidía un lienzo de la plaza, erigiendose como fachada principal de la misma, más lujosa y decorada que el resto de edificios que la conformaban. Esto era lógico si se tiene en cuenta que la Plaza era el núcleo más activo de la ciudad, lugar de mercaderes, artesanos o banqueros, creándose a su alrededor dependencias municipales como la alhóndiga, la cárcel o la escribanía.

Esta presencia de la Casa Consistorial en el lugar más importante de la ciudad venía de una disposición de los Reyes Católicos dictada para dar prestancia al lugar de reunión de los Consejos locales y la única Plaza Mayor que no la cumplió nunca fue la de Madrid, donde el lugar del Ayuntamiento lo ocupaba la Real Casa de la Panadería, con una imponente fachada y un mirador enorme para uso y disfrute de la familia real durante los festejos que se desarrollaban en la plaza.

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Después de la construcción de la de Valladolid en 1561, pronto el resto de ciudades y pueblos importantes comenzaron a edificar su Plaza Mayor. Casi todas las plazas de los pueblos de la actual España suelen ser ya del siglo XVIII o incluso más tardías, ya que se calcula que el modelo tardó unos cincuenta años en consolidarse en otras regiones. Las últimas se edificaron en el siglo XIX en Bilbao y San Sebastián ya en estilo neoclásico y bajo el reinado de Fernando VII, pero, aunque mantienen las formas de la plaza tradicional, sus usos irán diluyéndose poco a poco en otros más actuales, relacionados con el paseo y el ocio de los ciudadanos. Así, la Plaza Mayor acabó convirtiéndose en una simple plaza porticada, regular y proporcionada pero despojada de las funciones y representaciones que la caracterizaron en sus orígenes.

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Las Plazas Mayores más importantes y por orden cronológico de edificación son las siguientes:

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A mediados del siglo XIII el mercado se trasladó desde una plazoleta en el centro de la villa al espacio que hoy en día ocupa la Plaza Mayor de Valladolid. Es a partir de entonces cuando ese espacio comenzó a cobrar importancia en la actividad y el gobierno de la ciudad, situándose poco a poco alrededor de ella los edificios más importantes, incluido el Ayuntamiento.

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En el año 1561 la plaza quedó arrasada por un incendio que duró tres días enteros, destruyendo más de cuatrocientas casas. Fue entonces cuando el Concejo solicitó ayuda a Felipe II para la construcción de una nueva plaza, que accedió a cambio del compromiso de que se rediseñara una ciudad de nueva traza con calles rectilíneas. Finalmente, tras una serie de reuniones, se aprobó el proyecto presentado por el arquitecto Francisco de Salamanca, empezándose a construir ese mismo año.

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La plaza de planta rectangular, es una de las más grandes de España, con unas dimensiones de 120 metros de largo por 80 metros de ancho. Está completamente porticada y sus soportales descansan sobre pilares cuadrados de granito. Es de tipo abierto: las calles desembocan en ella sin obstáculos ni pantallas y está rodeada por pequeñas calles gremiales, porticadas también como la misma plaza, que recuerdan el pasado mercantil del entorno.

En su origen las viviendas tenían una altura de tres pisos, con huecos jerarquizados: la primera planta con balcones, la segunda antepechos y la tercera ventanas. En el flanco norte se encontraba el Ayuntamiento de la ciudad, construido en 1562 en el estilo austero característico de la época de los Austrias. En 1879 fue derribado debido a su lamentable estado de conservación y sustituido por el actual, que se inauguró, después de muchas vicisitudes, en 1908.

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Actualmente se ha querido dar cierta homogeneidad a la Plaza pintando todas las fachadas de rojo, aunque no hay constancia histórica de que hubiera estado así en el pasado. La de Valladolid fue la primera de las Plazas Mayores de España convirtiéndose en el modelo a seguir por todas las demás.

 PLAZA DE ZOCODOVER, TOLEDO (1589):

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La palabra zocodover es de origen árabe y significa “mercado de bestias de carga”, refiriéndose a la actividad que se realizaba en aquel espacio de la ciudad.

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Durante toda su existencia hubo varios intentos de cambiarla, pero la reforma definitiva vino después de que quedara arrasada por un incendio en 1589. Fue entonces cuando, por mandato de Felipe II, Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, empezó a planificar una nueva plaza según el modelo tradicional rectangular, sin embargo, se encontró con la oposición del Cabildo Catedralicio que no permitió la reforma porque perjudicaba los intereses inmobiliarios que tenía allí, así que el resultado de la plaza toledana fue una especie de pentágono irregular que le da un toque muy personal. Dicha oposición eclesiástica provocó que la obra de Herrera solo se pueda reconocer en dos de los lados de la Plaza. Actualmente conserva los pilares de los soportales y la proporción y ritmo de los huecos de las fachadas.

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 PLAZA MAYOR DE MADRID (1590 – 1619):

Empezó a cimentarse sobre el solar de la antigua Plaza del Arrabal, donde se encontraba el mercado más popular de la villa en el siglo XVI.

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En el año 1561 se trasladó la Corte a Madrid y en 1580 Felipe II encargó a Juan de Herrera el proyecto de remodelación de la vieja plaza. El primer edificio levantado fue la Real Casa de la Panadería, en 1590 y todo el proyecto fue concluido por el arquitecto Juan Gómez de Mora en 1619, bajo el reinado ya de Felipe III. Desde sus inicios se convirtió en el lugar del mercado principal de la Villa, tanto de alimentación como de otros productos y también en el escenario de numerosos actos públicos.

Hay 237 balcones que dan a la plaza y su uso no era exclusivo de los inquilinos, sino que tenían una servidumbre que obligaba a cederlos para su distribución por la Mayordomía Real por riguroso turno de jerarquía y etiqueta, o bien para ser vendidos como localidades por el Consejo en los numerosos eventos que se celebraban.

A lo largo de su historia la plaza sufrió tres grandes incendios. Después del último, en 1790, fue reconstruida por Juan de Villanueva, que rebajó la altura de los edificios circundantes de cinco a tres plantas y cerró las esquinas de la plaza, habilitando grandes arcadas para su acceso, dándole la fisonomía actual, consistente en una plaza porticada de planta rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho, que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas. Dispone de diez accesos: seis de ellos a través de grandes arcos que se abren a sus correspondientes calles, tres que no coinciden con ningún arco y el acceso más famoso, el Arco de Cuchilleros, que no es visible desde el interior de la plaza. Como curiosidad existen dos arcos construidos pero sin salida alguna. En el centro del lado norte se levanta la Casa de la Panadería y justo enfrente, la Casa de la Carnicería. Todo el perímetro de la plaza está rodeado por soportales con pilares cuadrados de granito.

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La estatua ecuestre de Felipe III situada en el centro de la plaza es una obra de Juan de Bolonia del año 1616, que fue trasladada en 1848 desde su emplazamiento original en la Casa de Campo, bajo el reinado de Isabel II, cuando la Plaza perdió su función de lugar de espectáculos, convirtiendose su espacio central en un jardín francés.

Desde 1989 toda la plaza está pintada uniformemente de almagre, un óxido de hierro que le da una tonalidad encarnada, excepto la fachada de la casa de la Panadería, decorada con pinturas de Carlos Franco, realizadas en 1992.

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Catas selectivas en lugares recónditos de la plaza intentaron descubrir sus colores primigenios, entre los que figuraron el blanco con recercados de tierra sevillana, los amarillos napolitanos, muy barrocos, así como distintos ocres, sienas y terracotas. Las techumbres actuales datan de los años 60 y son de pizarra negra con mucha pendiente pero en su origen fueron de teja árabe y más planas.

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PLAZA MAYOR DE ALMAGRO (Primera mitad de siglo XVI):

Originalmente la plaza se construyó a finales del siglo XIII, cuando Enrique II de Castilla (1333/4-1379) concedió a Almagro la celebración de dos ferias, pero sería durante el siglo XVI cuando sufriría una gran transformación coincidiendo con la llegada a la ciudad de la familia Fúcar (castellanización del apellido flamenco Fugger), una saga de banqueros que financiaron la elección de Carlos I de España como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico a cambio de las rentas del Maestrazgo, la plata de Guadalcanal, en Sevilla, y el mercurio de Almadén. Fue entonces cuando se construyeron los nuevos edificios con las galerías acristaladas de clara influencia flamenca y la plaza adoptó la fisonomía que podemos disfrutar actualmente.

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Es una de las Plazas Mayores más singulares de España, su planta es alargada e irregular, de 104 metros de largo por 37 metros de ancho aproximadamente y presenta largos pórticos corridos en sus lados mayores, con un total de 85 columnas de orden toscano sobre la que descansan gresas zapatas y vigas de madera que sirven de apoyo a los dos pisos superiores que conforman las viviendas, construidas con materiales modestos y cuyas fachadas continuas de ventanales acristalados dotan de gran uniformidad al conjunto, convirtiéndolo en un caso excepcional dentro de la arquitectura castellana.

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Estas galerías servían de tribunas para actos públicos, festivos y religiosos, como las famosas corridas de toros que se realizaron hasta 1785, año en que fueron prohibidas por Carlos III. A ellas se accedía por dos escaleras situadas en calles adyacentes y por algunas pequeñas puertas de los soportales. Sobre las galerías, sencillos canecillos soportan el alero, y en el tejado, cubierto con teja árabe, se levantan buhardillas y chimeneas encaladas y algunas veletas de hierro.

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En uno de sus lados menores de la plaza se sitúa el edificio del Ayuntamiento, muy restaurado, junto con alguna casona noble también restaurada, pero una de las joyas indiscutibles que guarda el conjunto es el Corral de Comedias, ubicado en el antiguo mesón de la plaza, que es el único teatro del Siglo de Oro que se conserva actualmente en España, construido a finales del siglo XVI o principios del XVII con un interior de vigas y zapatas pintadas de almagre que destacan sobre la cal blanca de las paredes.

Gracias a una magnífica restauración efectuada entre 1960 y 1967 la Plaza Mayor de Almagro se muestra con una imagen muy similar a la que tendría originalmente en el siglo XVI.

PLAZA MAYOR DE TEMBLEQUE (ca. 1624)

Esta plaza es uno de los mejores exponentes del barroco popular castellano. Se diseñó para cumplir una doble función, por un lado ser el centro de la vida de la población y por otro acoger festejos taurinos, por eso en lugar de construir las viviendas con balcones independientes, lo que hicieron fue incorporar dos pisos de corredores sostenidos por pilares de madera, fachadas encaladas y antepechos decorados con tallos vegetales y cruces de Malta, el emblema de la Orden de San Juan a la que pertenecía la villa. Se puede recorrer el perímetro entero de la plaza entera por los corredores. La parte inferior consta de una galería porticada sostenida por columnas toscanas de granito. Destaca el torreón, que en las celebraciones actuaba de palco para las autoridades.

Lo que pretendieron las autoridades fue una plaza homogénea donde asistir con comodidad a los espectáculos taurinos, y al mismo tiempo evitar así el costoso montaje de tendidos, como sucedía en las plazas no cerradas.

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En uno de sus lados está el Ayuntamiento, construido en 1654, un edificio de fachada lisa que rompe con el desarrollo de los corredores. El acceso principal a la plaza consiste en un torreón compuesto de tres pisos de galerías abiertas tanto al interior como al exterior del recinto.está cubierto por un voladizo coronado por un mirador a cuatro aguas.

La plaza, construída con materiales poco duraderos, ha sufrido mucho el paso del tiempo. En todo su flanco este han desaparecido los corredores, seguramente tras el incendio por parte de las tropas napoleónicas en el año 1809. La mayor parte de las columnas y pilares originales fueron sustituidos a finales del s XX por otros nuevos.

 PLAZA MAYOR DE LEÓN (1654)

Se erige en el lugar de uno de los primeros y más importantes mercados medievales creados a las afueras de la ciudad. Como parece ser que era habitual, la plaza se construyó a raíz de un incendio que arrasó toda la zona donde se encuentra situada. Fue diseñada por Francisco de la Lastra y tiene una ligera forma trapezoidal con pórticos y arcadas sobre pilares de piedra que soportan dos plantas de viviendas, la primera unida por un balcón corrido y la segunda con balcones independientes.

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Uno de los lados de la plaza lo ocupa el Edificio del Mirador, el elemento más barroco del conjunto, que aunque parezca un Ayuntamiento, su uso se limitaba a ser el de tribuna y balcón presidencial durante los festejos y celebraciones. Se construyó en una segunda fase de amplación de la plaza, entre 1672 y 1677. Se trata de un palacete flanqueado por dos torres coronadas por chapiteles. Solo tiene 5,30 metros de profundidad, lo que lo convierte en totalmente inútil para un uso administrativo. Su balcón continua siendo utilizado actualmente por las autoridades en algunas fiestas de la ciudad.

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PLAZA DE LA CORREDERA DE CÓRDOBA (1683)

Es la única Plaza Mayor cuadrangular de Andalucía. Se cree que está construida en el lugar que ocupaba el circo romano y se han encontrado importantes mosaicos en sucesivas intervenciones arqueológicas. Hasta el siglo XV el lugar fue una gran explanada extramuros de la Medina o ciudad alta cordobesa.

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Fue diseñada por el arquitecto Antonio Ramos Valdés. Se trata de un cuadrado semirregular de 113 metros de largo y 55 metros de ancho. Como no había suficientes fondos para construirla solo se edificaron las fachadas de las viviendas circundantes, sin nada detrás. Con el tiempo, el que quería una vivienda allí adquiría los metros de fachada que deseara, o pudiera, para abrir sus correspondientes balcones. A la plaza se accede a través de dos arcos, el Arco Alto y el Arco Bajo.

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La plaza no es totalmente uniforme, ya que se respetaron dos edificios anteriores a la fecha de su construcción, el antiguo Ayuntamiento y las llamadas “Casas de Doña Jacinta”, ambos del siglo XVI y que en aquel momento se consideraron lo suficientemente atractivos como para respetarlos.

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En 1893 se construyó en el centro de la plaza un mercado de abastos que fue demolido en 1959 debido a su estado lamentable y a sus condiciones insalubres. Al demolerlo fue cuando se encontraron los restos arqueológicos romanos citdos anteriormente, que se exhiben hoy en el Alcázar de los Reyes Católicos.

 PLAZA MAYOR DE SALAMANCA (1729)

Fue diseñada por el arquitecto Alberto de Churriguera. En el lugar donde se sitúa ya hubo una plaza anteriormente, llamada de San Martín por la iglesia que aún se conserva justo al lado. Esa primitiva plaza era casi cuatro veces más grande que la actual, pero a principios del siglo XVIII se decidió construir en ese espacio una plaza más armónica y moderna, al estilo de la Plaza Mayor de Madrid. Una vez terminada, la Plaza Mayor de Salamanca resultó ser mucho más atractiva que su modelo madrileño, por la piedra de color dorado con la se había construido, por sus armónicas proporciones y por estar totalmente cerrada (la de Madrid no lo estaba en aquella época).

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La plaza es un cuadrilátero irregular en el que todos sus lados son diferentes, midiendo 75 metros la más pequeña y 82 metros la más grande, donde está situado el Ayuntamiento. Tiene un total de 88 arcos de medio punto y entre cada uno de ellos se encuentran medallones con efigies de personajes ilustres y dirigentes españoles. Todas las viviendas tienen tres pisos excepto el Ayuntamiento, que tiene dos. Dicho edificio fue proyectado con dos torres sobre sus alas laterales que nunca se construyeron por motivos de seguridad. El proyecto de las torres se utilizó para construir las de la cercana Clerecía.

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En el lado opuesto a la Casa Consistorial se encuentra el Pabellón Real, el primer edificio que se construyó. Ocupa el ala entera de la plaza y cuenta con un enorme arco de acceso a la plaza en cuyas enjutas están esculpidos Felipe V e Isabel de farnesio, los monarcas reinantes en la fecha de construcción de la plaza.

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Todas las ventanas de la plaza están decoradas con pilastras cajeadas y molduras planas en forma de orejeras. Los balcones son muy volados y con barandilla de hierro forjado. Una balaustrada barroca remata los cuatro lados de la plaza, sobre la que se erigen 96 pináculos rematados por la flor de lys, símbolo de la monarquía borbónica.

PLAZA MAYOR DE OCAÑA (1777)

Es una plaza barroca mandada edificar por Carlos III. Es casi cuadrada, mide 55 metros por 52,5 metros y está rodeada por una galería de arcos de medio punto sustentados sobre setenta pilares de sillería almohadillada. Las viviendas que la circundan son de dos pisos más una buhardilla.

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En su lugar hubo otra plaza también porticada pero más irregular y con pilares de madera donde se celebraban importantes festejos taurinos, nombrados en la obra “Peribáñez y el comendador de Ocaña” de Lope de Vega. Bajo las órdenes de Don Francisco Sánchez de Madrid comenzó a construirse la plaza actual, terminándose las fachadas Oeste, Norte y Sur en 1791 y quedando la obra inconclusa hasta 1961, en la que se levantó el ala Este. El resultado de todo es un recinto extremadamente regular y con dimensiones propias de una Plaza Mayor de capital.

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Se construyó en estilo neoclásico con diseño del arquitecto local Justo Antonio de Olaguíbel. Se concibió para unir el Ensanche Nuevo con la Ciudad Vieja y también para dotar a la ciudad de un lugar amplio donde celebrar festejos y mercados. Se levantó en un lugar llamado “El Fondón del Mercado”, dentro de una zono conocida como El Arrabal, donde se celebraban ferias y mercados.

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Su edificación fue complicada ya que tuvieron que realizar costosas labores de explanación debido al fuerte desnivel del lugar. Es una construcción perfectamente cuadrada de 61 metros de lado. El Ayuntamiento ocupa una de las alas de la plaza, destacando con un pórtico de escasa profundidad en el centro de su fachada, rematado por un gran frontón triangular. Todos los edificios circundantes están rematados por una balaustrada. La parte baja de todo el perímetro está formada por una galería de arcos de medio punto con pilastras adosadas.

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Es contigua a la Plaza de la Virgen Blanca, conocida entonces como Plaza Vieja, por lo que se bautizó como Plaza Nueva. Aunque desde entonces ha cambiado de nombre varias veces, y a pesar del nombre actual (Plaza de España), la gente continua llamándola como en sus orígenes: la Plaza Nueva. Sirvió de modelo para la construcción de las posteriores plazas de Donostia y Bilbao.

 PLAZA DEL MERCADO CHICO DE ÁVILA (1793)

Fue construida en el mismo espacio donde se encontraba la vieja Plaza Mayor, que estaba en ruinas. Su diseño es de Juan Antonio Cuervo, Arquitecto Mayor de Madrid por aquel entonces. Está presidida por el edificio del Ayuntamiento, construido en 1839 en estilo isabelino y con fachada de sillares de granito.

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La plaza está rodeada de una galería formada por pilares cuadrados de aspecto muy recio que soportan arcos de medio punto. Tiene una forma casi cuadrada, muy uniforme y armónica a pesar de que uno de sus lados no llegó a cerrarse nunca, ya que allí se encuentra la iglesia de San Juan, a la que se enfrentó sin éxito el consistorio para poder acabar el proyecto. Por eso en aquel lado de la plaza solo se construyó la arcada del soportal, tal como está en la actualidad.

 PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN DE DONOSTIA (1817)

Fue construida por el arquitecto Pedro Manuel de Urgartemendía, un personaje muy activo en la reconstrucción de San Sebastián después del incendio provocado por las tropas anglo-portuguesas que arrasó la ciudad en 1813 en la Guerra de Independencia. Ocupa el lugar de una plaza anterior construida en 1723. Es un espacio rectangular, no excesivamente grande en comparación con los de otras capitales, que mide 62,40 metros de largo por 40,20 metros de ancho. Sus fachadas se componen de 20 arcos iguales en los lados mayores y 9 arcos, iguales a los otros, en el menor. Los arcos son de medio punto y construidos con sillares.

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Los edificios que circundan la plaza tienen tres pisos de altura. Cada esquina se resuelve con un arco cuya luz es igual a la calle que llega a la plaza y sobre el que continua la barandilla del balcón del primer piso, que recorre toda la plaza entera excepto el lado donde se sitúa el edificio del antiguo Ayuntamiento, un edificio muy clasicista, bastante macizo, diseñado en 1832 por Silvestre Pérez.

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Nada más inaugurarse, la Plaza se convirtió en el centro de la vida social de la ciudad y en ella se celebraban las corridas de toros hasta la construcción del nuevo coso taurino. Testimonio de ello son los números que hay en cada una de las ventanas que dan a la plaza y que servían de numeración cuando los balcones eran usados como palcos en las fiestas taurinas.

PLAÇA REIAL DE BARCELONA (1848)

Ocupa el solar donde se levantaba el antiguo convento de Capuchinos de Santa Madrona, derribado en 1835 tras la Desamortización de Mendizábal. Su diseño del arquitecto Francesc Daniel Molina Casamajó fue elegido ganador en un concurso público convocado por el Ayuntamiento de la ciudad.

La plaza imita el estilo neoclásico francés del siglo XVII pero con la planta de la tradicional Plaza Mayor española y está conectada por calles y pasajes al tejido urbano medieval de la Ciutat Vella de Barcelona.  Los edificios de tres plantas poseen fachadas de modelo isabelino, con balcones flanquedos por pilastras de orden corintio sobre la planta una baja porticada. Todo el perímetro superior está rematado por una balustrada.

Los pórticos y las fachadas están decorados con motivos de terracota de inspiración helénica, bustos de navegantes, escudos sostenidos por niños indios y bustos de exploradores americanos, curiosamente en una época en la que España ya había perdido todas sus colonias americanas continentales.

Aunque en el proyecto original figuraba una estatua del rey Fernando el Católico, el centro de la plaza está ocupado por una fuente de la Casa Durenne de París representando a las Tres Gracias, instalada en 1876.

PLAZA NUEVA DE BILBAO (1851)

Es una plaza de estilo neoclásico diseñada por tres arquitectos: Silvestre Pérez, que levantó los planos de la misma en 1821, Antonio de Echevarría, que dirigió la obra entre 1829 y 1832 y Avelino de Goicoechea, que dirigió las obras entre 1840 y 1851, modificando el proyecto original.

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Aunque comenzada en el siglo XIX, el proyecto se fraguó a finales del XVIII, dentro de la corriente ilustrada del momento, pero fuertes trabas administrativas ralentizaron su construcción que tardó más de setenta años en hacerse realidad. La razón de ello fue que tanto la burguesía comercial como la rentista presionaron para que el proyecto no se ejecutase, ya que pensaban que les perjudicaría económicamente.

Para su emplazamiento se eligió un terreno fuertemente degradado llamado Barrio de Zurradores, una marisma inundable en las mareas altas de la ría del Nervión. En ese lugar, la plaza serviría de nexo entre la Ciudad Vieja, el barrio de pescadores de San Nicolás y la playa de la ría.

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Se construyó con piedra arenisca dorada. El cuerpo bajo de la plaza está inspirado en el Teatro Marcelo de Roma, conforme a la las reglas de Vitrubio, algo que gustó mucho a los academicistas de la época. Inicialmente se diseñó com un cuadrado perfecto, pero el proyecto se modificó, siendo actualmente un rectángulo de 18 arcadas en sus lados mayores y 15 en los menores. Las viviendas son de tres plantas con escasa decoración en sus fachadas. Todo un lado de la Plaza está ocupado por el antiguo edificio de la Diputación de Vizcaya, con una fachada muy clásica y monumental, decorada con un pórtico formado por cuatro grandes columnas jónicas rematadas con un frontón, imitando el de la Plaza Nueva de Vitoria.

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El centro de la plaza estaba ajardinado, ya que la idea de plaza-escenario propia de las Plazas Mayores ya había caído en desuso, de echo, la de Bilbao fue la última de las Plazas Mayores españolas.

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La Dama de Elche

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La Dama de Elche es una escultura íbera de piedra caliza piedra caliza, datada entre los siglos V y IV a.C.. Mide 56 cm. de altura, 45 cm. de anchura y pesa 65,08 kg.. En su parte posterior posee una cavidad casi esférica de 18 cm. de diámetro y 16 cm. de profundidad.

Fue hallada casualmente cuando, el 4 de agosto de 1897, se realizaban labores agrícolas en los terrenos que poseía el doctor Manuel Campello en la Loma de la Alcudia, junto a Elche. Los obreros de la finca estaban realizando el desmonte de la ladera sureste de la loma cuando uno de ellos, en un golpe de azadón, tropezó con ella (se puede ver aun la marca del azadón). Su localización y su situación desvelan que se trató de una ocultación intencionada, seguramente para protegerla de algún peligro, puesto que para su seguridad se construyó un semicírculo de losas protectoras que delimitaban el espacio suficiente para albergar la escultura. Una vez depositada la pieza se rellenó con arena, permitiendo que la Dama llegase al momento de su descubrimiento conservando buena parte de su policromía. Los descubridores la bautizaron como “Reina mora”.

El suegro del Doctor Campello se dedicaba a la arqueología por afición y tenía una importante colección de objetos íberos encontrados en sus tierras de labor y en los alrededores de Elche. De hecho, muchos de esos objetos también se encuentran entre los fondos del Museo Arqueológico Nacional, gracias a un acuerdo entre la familia y la Real Academia de la Historia.

Todo Elche conocía el hallazgo y era tema frecuente de conversación aunque, como es normal, no todos podían acceder a casa del Doctor a contemplar la pieza, como anécdota, contar que un día se expuso en el balcón de la casa para que todos los vecinos pudieran verla.

Dio la casualidad de que Pedro Ibarra Ruíz, archivero de la ciudad, invitó al arqueólogo francés Pierre Paris a la fiesta del Misteri d’Elx (actualmente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad) el 25 de agosto. Cuando Paris vio el busto íbero, supo que se trataba de una verdadera joya y envió una fotografía al Louvre recomendando la compra inmediata de la obra. El museo, muy interesado, buscó un mecenas y, ofreciendo una importante suma de dinero (4.000 francos de la época), adquirió el busto.

Una de las primeras fotografías tomadas de la Dama.

Una de las primeras fotografías tomadas de la Dama.

El 30 de agosto de 1897 la diosa íbera salía bien empaquetada rumbo a la capital francesa donde fue bautizada como la Dama de Elche y expuesta en el Museo del Louvre, creando un hondo malestar entre los defensores del Patrimonio Histórico. En 1941, aprovechando el entente entre el gobierno del General Franco y la Francia ocupada por los alemanes, por medio de un intercambio de obras de arte, pudo regresar a España junto con otras obras que se hallaban en Francia.

La Dama llegó a Irún el 8 de febrero de 1941, e ingresó en el Prado dos días después, donde se montó una exposición con todas las obras intercambiadas con el país vecino. En 1971, la escultura fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional, donde podemos visitarla actualmente, aunque continua siendo propiedad del Museo del Prado.

El dirigente nazi Heinrich Himmler en su visita al Museo del Prado en 1941.

 El dirigente nazi Heinrich Himmler en su visita al Museo Arqueológico Nacional en 1940, contemplando la reproducción de la Dama de Elche realizada por Ignacio Pinazo en 1908.

Considerada como la obra más perfecta de la escultura ibérica, esta «dama» está cargada de interrogantes. Ha llegado incluso a ser considerada una falsificación de fines del siglo XIX, dictamen sin base científica, ya que el análisis de su policromía realizado por el CSIC en 2005 evidenció la antigüedad del pigmento y, además, en la época de su hallazgo se desconocían ciertos detalles de la vestimenta ibérica que presentan tanto la dama como otras obras halladas más tarde.

En el momento de su hallazgo, llegó a creerse incluso que el personaje representado era un hombre o que no era íbera, sino romana y se había esculpido en la época augustea. Paralelamente, se ha interpretado como la representación de una diosa, o de una sacerdotisa, o de algún personaje regio o de la aristocracia adornada para una ceremonia especial y ataviada con sus mejores galas.

Ciñéndonos a las ideas más comúnmente aceptadas y dignas de consideración, daremos por cierto que el busto hoy conocido como Dama de Elche es cuanto nos queda de una escultura de cuerpo entero, ya que los iberos, como sus maestros los griegos y fenicios, concebían el ser humano como un todo indivisible. En ese sentido, los toscos golpes que podemos observar en la parte inferior de la pieza denotan una talla apresurada, propia de quien, tal vez a principios de nuestra era, cortó la obra originaria para reutilizarla.

Es muy probable que, tras esta mutilación, el busto fuese usado como urna cineraria, sirviendo la cavidad trasera para introducir las cenizas de un ibero romanizado. En 2011 se analizaron micropartículas de dicha cavidad deduciendo que pertenecían a cenizas de huesos humanos.

Cavidad en la espalda de la Dama.

Cavidad en la espalda de la Dama.

Resulta difícil imaginar la obra en su estado original: pudo ser concebida como la imagen de una importante dama que se presenta en un santuario, en pie, como es el caso de la Gran dama oferente del Cerro de los Santos, o también pudo ser una efigie de diosa sedente, como la Dama de Baza, señora del más allá que sirvió de urna cineraria en la tumba de la matriarca de una familia aristocrática.

La escultura está bien conservada, aunque con numerosos golpes y erosiones. Conserva restos de policromía en los labios y zonas puntuales de rostro y vestimenta. Originalmente sus ojos estaban rellenos de pasta vítrea y estuvo ricamente policromada con tonos rojos, azules y amarillos.

Vista desde arriba de la Dama.

Vista desde arriba de la Dama.

La dama va ricamente ataviada: en la cabeza lleva un tocado formado por una tiara puntiaguda cubierta por un velo y encima un tirante que une los dos rodetes laterales o “estuches” que enmarcan el rostro, donde iría recogido el peinado y una diadema sobre la frente; la espalda y los hombros se cubren con un pesado manto de tela gruesa que forma pliegues en la parte de delante y deja al descubierto tres collares con anforillas y porta-amuletos y una pequeña fíbula que cierra la túnica en el escote. A los lados del rostro cuelgan dos largos pendientes de placas e ínfulas. Son reproducciones de joyas que tuvieron su origen en Jonia en el siglo VIII a. C. y que después pasaron a Etruria. En los últimos análisis se descubrió un pequeño fragmento de pan de oro en uno de los pliegues de la espalda. Esto induce a suponer que las joyas de la escultura estaban recubiertas de pan de oro.

A pesar de su indumentaria plenamente autóctona, técnica y estilísticamente se considera una obra de fuerte influencia griega, posiblemente realizada por un artista de este origen, tal vez ligado al cercano puerto de Santa Pola, tras recibir el encargo de un personaje ibérico de alto rango.

El hallazgo de la Dama de Elche ayudó a configurar y dar personalidad propia a la cultura ibérica dentro del contexto mediterráneo.

Galería de fotografías propias que hice a la Dama en mi visita al Museo Arqueológico Nacional:

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Ficha Catalográfica del Museo Arqueológico Nacional:

Inventario

1971/10/1

Clasificación Genérica Escultura; Piedras; Mundo funerario
Objeto/Documento Busto
Tipología/Estado Antropomorfa
Materia/Soporte Caliza
Técnica Labrado
Policromado
Dimensiones Altura = 56 cm; Anchura = 45 cm; Grosor = 37 cm; Peso = 65,08 Kg
Iconografia Busto femenino
Datación 500[ac]=301[ac] (S.V a.C.- primera mitad S. IV a.C.)
Contexto Cultural/Estilo Cultura Ibérica
Lugar de Procedencia L’Alcudia, Elx (Alacant

“El Tránsito de la Virgen” de Mantegna

Andrea Mantegna Museo Prado

Andrea Mantegna, h. 1461, Museo del Prado, Madrid.

La obra de Mantegna nos muestra el episodio del Tránsito de María, que narra su muerte, doce años después que la de Jesús. Aunque ya se representaba con anterioridad, mucha de la información e iconografía de este suceso se basa en la Leyenda Dorada, una recopilación de leyendas y relatos sobre vidas y martirios de santos hecha a mediados del siglo XIII por el fraile dominico Jacopo da Varazze o Jacopo della Voragine (1230-1298), conocido en España como Santiago de la Vorágine. En dicho texto se explica que el Arcángel Miguel anunció a María que se reuniría con su hijo en el plazo de tres días, también le anunció que los apóstoles la acompañarían en el momento de su muerte y que la protegería del diablo con un ramo de palma traído del Paraíso. Todo eso ocurrió tal como se había anunciado y luego, el alma de María salió de su cuerpo y voló a su encuentro con Jesucristo.

En el arte bizantino se representó frecuentemente el Tránsito de María, sentando las bases de su iconografía, mostrando a la Virgen acostada en su lecho y rodeada de los apóstoles, y entre ellos Jesús, esperando para recoger el alma de su madre y San Pablo besándole los pies. Era un episodio tan popular que tenía su espacio fijo de representación a los pies de las iglesias, lugar que posteriormente fue ocupado por la representación del Juicio Final.

En el arte occidental hay algunos cambios respecto a la visión bizantina: La virgen se representa agonizante con un cirio en su mano. La figura de Cristo deja de estar entre los apóstoles, situándose en majestad dentro de una mandorla y con el tiempo, desaparece totalmente de la representación, cambiándose por unos ángeles psicopompos que están esperando recibir el alma de la Virgen. San Pedro adquiere el papel principal y San Juan, que antes aparecía recostado sobre la virgen, aparece llevando una palma en sus manos o recogiendo el cirio de las manos de María.

Los bizantinos designan este episodio como Dormición o Koimesis, que significa dormir o descansar en el Señor.  En Occidente es más usual emplear la palabra Tránsito, ya que se supone que la muerte de María no fue real, sino el paso a la vida eterna y su posterior Asunción, en la que ascendió al Cielo.

En este pequeño óleo sobre tabla de Mantegna todo se representa de acuerdo a los evangelios apócrifos y a la Leyenda Dorada: Tal como anunció el San Miguel, aparecen los apóstoles alrededor del lecho donde reposa María. Se supone que después del suicidio de Judas, se nombró apóstol a Matías, y volvieron a ser doce otra vez, pero al ser convocados por el arcángel, Santo Tomás se encontraba predicando en la Indiay no pudo acudir, aunque no es seguro que el apóstol que falta en el cuadro sea él. Todos llevan velas e incensarios en sus manos y el gesto acongojado. En el centro de la composición, preside la escena San Pedro vestido de obispo oficiando con un misal en la mano, a su derecha  otro apóstol (quizá Santiago) sostiene en una mano un recipiento con agua sagrada mientras con la otra bendice a la Virge y a su izquierda otro lo observa (quizá San Pablo). En primer término está San Juan sosteniendo la palma que el arcángel había traído del Paraíso y hay otro apóstol de espaldas, inclinado sobre el cuerpo de María, inciensándolo. Según las convenciones del arte occidental, es muy importante reflejar la tristeza de los Apóstoles.

La Virgen yace sobre un sencillo catafalco de madera cubierto con un paño rojo. Está vestida con una túnica verde oscura con reflejos dorados. Tiene las manos cruzadas sobre su vientre  según la costumbre medieval.

El pintor se inspiró en un mosaico de la Basílica de San Marcos de Venecia, diseñado por Andrea del Castagno (ca.1421 – 1475), de gran influencia en la Escuela de Ferrara. A la tabla le falta una parte inferior en la que aparecían las exequías de María celebradas por los Apóstoles y el tercio  superior, donde había representado un Cristo rodeado de ángeles recogiendo al alma de su madre, en la forma de una pequeña figurita, tal como se representaban tradicionalmente las almas. Una parte del mismo se conserva actualmente en la Pinacoteca Nazionale de Ferrara.

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Cristo sosteniendo el alma de la Virgen. Pinacoteca Nazionale di Ferrara.

La escena se desarrolla en un lujoso interior renacentista, una sala abovedada que Mantegna copio de los dibujos de su suegro, el veneciano Jacopo Bellini (1396 o 1400? – 1470?), padre de una saga de pintores. En el fondo se abre un gran ventanal  en el que se distingue una vista de la ciudad de Mantua, ya que la obra formaba parte de un retablo hecho para una capilla privada, actualmente desaparecida, de su Palacio Ducal. Mantegna se instaló en Mantua en 1459, permaneciendo hasta su muerte a las órdenes de Ludovico Gonzaga. Esta fue una de sus primeras obras realizadas para el Duque. La creencia común es que María murió en Jerusalem, pero desde el siglo XV, los pintores ubicaban muchos episodios religiosos en el lugar de residencia de los comitentes, como una invocación a su protección.

La pieza ingresó en la Colección Real, reinando Felipe IV, a través de la Almoneda de la Commonwealth (1649-1659) en la que se vendió la gran colección artística de Carlos I de Inglaterra, después de su ejecución en la Guerra Civil Inglesa. Se encuentra en el Museo del Prado desde 1829.