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Viajar a Venecia

La posición de Venecia en el Mediterráneo, como puente comercial entre oriente y occidente la convirtió en un lugar espectacular y mágico a la que llegaban las mercancías de los bazares orientales para ser facturadas inmediatamente a los países del centro y norte de Europa.

“La lechera de Burdeos” de Francisco de Goya, 1825-1827

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La Lechera de Burdeos

Francisco de Goya y Lucientes

1825 – 1827

Óleo sobre lienzo

74 x 68 cm.

Museo del Prado, Madrid

En el año 1823 Fernando VII reinstaura en España la monarquía absolutista e inicia una represión feroz contra los “liberales”, epíteto con el que se denominaba a todos aquellos que apoyaron la Constitución de 1812. Francisco de Goya, asustado, pidió un permiso al rey para viajar al balnario francés de Plombières y con esa excusa, huyó de España y se instaló en Burdeos, donde residió hasta su muerte en 1828.

“La lechera de Burdeos” es una obra a la que Goya tenía mucho cariño. Es un cuadro pintado por una persona anciana, exiliada de su país, despreciada por la sociedad española, desencantada pero libre, tanto política como artísticamente. Goya ya no quiere pintar grandes retratos de personalidades, está cansado y acaba de sufrir una gran crisis personal, la que le llevó a pintar las Pinturas Negras de la Quinta del Sordo, así que se decide pintar, sin pretensiones, academicismos ni compromisos, a una persona humilde y sencilla, una mujer anónima del pueblo llano.

El cuadro está ejecutado con pinceladas largas y fuertes, muy marcadas y visibles, como harían posteriormente los impresionistas franceses, excepto en el cuello y el rostro de la mujer, donde la pintura está más difuminada.

La lechera tiene una expresión ausente, como etérea y soñadora. No sabemos si está pensativa o si está cansada del trabajo. En lo que si estamos de acuerdo es en lo bien que ha captado Goya sus sentimientos.

Ella es la única figura de todo el cuadro. Se supone que está encima de un animal, seguramente un burro que no vemos y el fondo es solo pintura, no hay nada, está totalmente deslocalizada. Solo aparece por el lado izquierdo un cántaro de barro bastante difuminado.

Cromáticamente todo el cuadro está pintado con colores fríos, algo que rompe con las reglas académicas, excepto la piel de la mujer, que contrasta con sus tonos cálidos y rosáceos.

Seguramente, más que un retrato, es una especie de homenaje a la belleza femenina, ya que no cumple los cánones y requisitos académicos de un retrato convencional, de hecho, la visión de Goya es bastante moderna y contemporánea, adelantándose a Courbert en lo que posteriormente se llamará Realismo.

Pintura: El Romanticismo francés

Es complicado establecer una cronología clara del Romanticismo, si bien comienza a aparecer partir de la segunda mitad del siglo XVIII, como contrapunto del Neoclasicismo o arte de la razón.

El primer romanticismo se vincula a la independencia de americana de 1776, a la revolución francesa de 1789 y a las distintas luchas nacionalistas tanto en Europa como en América del Sur, acontecimientos que manifiestan un nuevo sentir y una nueva concepción ideológica en el mundo.

Los románticos priman su propia individualidad creadora y rechazan el culto al pasado y el seguimiento escrupuloso de las normas clásicas greco-romanas. Es el triunfo de lo espontáneo y de la naturaleza como nuevos ideales frente a la convención y la historia. También supone la recuperación de la tradición del mundo medieval y su arte, despreciados hasta entonces.

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Delacroix: “Mademoiselle Rose” (1817–1824)

El protagonismo de las obras artísticas ya no se limita solo al varón pensante y la historia, ahora se extiende a los niños, las mujeres o la voz del pueblo, tres sujetos que escapan a la disciplina intelectual del momento. Al mismo tiempo la identidad masculina sufre una gran transformación: el hombre romántico ya no es un ser estoico, sino que llora, se estremece y es sensible al presente, como el protagonista de “Los sufrimientos del joven Werther” escrito por Goethe en 1774, un ser con sentimientos puros que fracasa en el amor y piensa en el suicidio.

El Romanticismo valora la sensibilidad, ligada a la vivencia personal y a lo subjetivo, por encima de la razón, algo que se supone común y es necesaria para construir una sociedad mejor.

Esta importancia de los sentidos y la sensibilidad entraña un factor de temporalidad. La sensibilidad exige una atención continua del aquí y el ahora y dirige su mirada al pasado solo de forma nostálgica y no imitativa. El Romanticismo sería el primer movimiento centrado en lo contemporáneo y lo moderno.

En cuanto a la estética romántica, el concepto de belleza, consensuado desde el Renacimiento, debe competir con otros valores como la expresividad, la verdad, lo infinito, que darán lugar a lo pintoresco, al realismo y a lo sublime y también a su opuesto: la fealdad, a la que se considera más dinámica y variada que a la belleza. Por otro lado aparecen nuevos tipo de belleza cercanos a lo terrible y lo sobrecogedor.

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Géricault: “El beso”

Una de las principales aportaciones del Romanticismo es el desprecio por las categorías que servían para regular el arte. Se lucha por borrar las fronteras entre los géneros, muy propias del Neoclasicismo y las Academias. Los románticos no diferencian entre géneros mayores (historia y alegorías) y géneros menores (costumbres, paisajes y retratos) y aspiran a ser comprendidos por todo el mundo, sin necesidad de tener un gran nivel cultural. Ellos van a recurrir más frecuentemente a la literatura, más extendida que la historia y la mitología y también más ligada a los sentimientos y al comportamiento de las personas.

Otra aportación importante del movimiento es el culto a la naturaleza, entendida como un lugar idílico anterior a las corrupciones de la civilización y del hombre histórico, desacreditado por las guerras y el derramamiento de sangre. Un lugar sin tiempo, sin historia, donde no existen la culpabilidad ni las reglas, el reino de la libertad y lo ilimitado, es decir, de lo sublime.

En Francia el paso del Neoclasicismo al Romanticismo se puede explicar en clave histórica: La época neoclásica con la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico, que usaron la retórica del patriotismo y la glorificación del pasado y, seguidamente, la época romántica con la derrota napoleónica y la inestabilidad política y social provocada por las restauraciones monárquicas y las revoluciones provocadas por el rechazo popular a las mismas.

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Delaroche: “Ejecución de Lady Jane” (1834)

La pintura romántica surge de los discípulos de Jacques-Louis David, pintores que trabajaron con él y que con la caída de Napoleón y el exilio de su maestro a Bruselas, pusieron en práctica las ideas románticas: Todos escapan de las líneas severas, la claridad compositiva y la moralidad didáctica de David y trabajan dentro de una estética nueva basada en composiciones más dinámicas, e incluso abigarradas, con mucha importancia del color y una impresión general de sensualidad y con temáticas innovadoras (obras basadas en la literatura, influjo de lo medieval, representación de la naturaleza).

PINTORES ROMÁNTICOS MÁS REPRESENTATIVOS:

FRANCOIS GERARD (1770-1837)

Fue un retratista muy prolífico y conocido en su época. Toda su obra es neoclásica, pero en 1801 pintó el cuadro “Los cantos de Ossian”, basado en un poema épico publicado en 1760, considerado en su momento el equivalente medieval de Homero. La obra es típicamente romántica y transcurre en una noche con luna donde se han reunido los fantasmas del pasado, criaturas de cristal y bruma, convocados por el sonido de una lira.

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“Los cantos de Ossian”, 1801

A pesar de calificar esta obra como romántica, Gerard nunca aceptó los gustos románticos ni tampoco la destitución del Rey Carlos X en la Revolución de 1830, apagándose su figura por ambas causas.

ANTOINE-JEAN GROS (1771-1835)

Inicialmente su pintura era neoclásica, pero se acercó al romanticismo, atraído por su fuerza y dramatismo. Su padre, pintor de miniaturas, le enseñó a dibujar y siendo muy joven entró a pintar en el estudio de David, pero rápidamente, su carácter apasionado le hizo crear un estilo propio, arrebatado y colorista, más cercano a Rubens y a la Pintura Veneciana que a la equilibrada obra de David.

Hizo una brillante carrera militar con Napoleón, acompañando a su ejército en sus campañas y tomando apuntes y bocetos de escenas de batallas de las que fue testigo personalmente, plasmados posteriormente en cuadros de gran formato de un intenso cromatismo, con composiciones muy complejas y llenas de detalles, tremendamente dinámicas, expresivas y enérgicas, que admiraron e inspiraron, entre otros, al mismo Delacroix. Todas estas características hacen que se le considere uno de los precursores del movimiento romántico.

“Napoleón en el Pont d’Arcole” (1796)

“Napoleón en el Pont d’Arcole” (1796)

Gros pinta un Napoleón romántico en su obra “Napoleón en el Pont d’Arcole” (1796), muy diferente del hierático emperador representado por David. Nos lo muestra sosteniendo el asta de la bandera en una mano y una espada en la otra en una postura muy dinámica que genera una gran sensación de movimiento y de fuerza.

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“Napoleón y los apestados de Jaffa” (1807)

“Napoleón en la batalla de Eylau” (1808)

“Napoleón en la batalla de Eylau” (1808)

El cuadro “Napoleón y los apestados de Jaffa” (1807) podría calificarse de prerromanticismo y nos muestra al Emperador rodeado de enfermos demacrados y casi desnudos en un escenario arquitectónico medieval de estilo musulmán, muy del gusto Romántico. Pinta a Napoleón tocando valientemente a un apestado mientras el militar que está a su lado se tapa la boca en actitud de asco y miedo. Es una escena que nunca ocurrió, ideada para mayor gloria y propaganda del dirigente, al igual que el cuadro “Napoleón en la batalla de Eylau” (1808)

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“El Teniente Charles Legrand” (1810)

En su excelente retrato “El Teniente Charles Legrand” (1810) pinta al joven militar francés muerto en el Dos de Mayo en un paisaje claramente romántico, con un castillo medieval, una cascada y unas lejanas cumbres nevadas.

Con la caída de Napoleón, Gros fue relegado de los ambientes oficiales y se encargó del taller de David, que se había exiliado a Bélgica. Sus últimas obras fueron despreciadas por la crítica, lo que, sumado a sus problemas matrimoniales, lo abocó al suicidio.

PAUL DELAROCHE (1798-1856)

Fue alumno de Gros, que opinó de él: “Es la gloria de mi escuela” y un pintor famoso por sus cuadros de temas y personajes históricos. Delaroche pintó escenas con una gran teatralidad y realismo. Su obra está más orientada a la dramaturgia del momento representado que a un intento de verosimilitud del hecho histórico.

“Napoleón en la víspera de su primera abdicación” (1814)

“Napoleón en la víspera de su primera abdicación” (1814)

Uno de sus cuadros más conocidos es “Napoleón en la víspera de su primera abdicación” (1814) donde retrata a un emperador abatido, frustrado y sin el mínimo rasgo de idealización.

THÉODORE GÉRICAULT (1791-1824)

Nació en una familia acomodada y fue el pintor más extremo del romanticismo francés. Fue el prototipo de artista romántico, con una vida corta, llena de altibajos, sufrimientos y aventuras, como si hubiera sido escrita por un novelista. Tenía un carácter muy impulsivo, impaciente y desordenado, por lo que estudió pintura muy poco tiempo, así que se formó de manera prácticamente autodidacta, lejos del academicismo y con un estilo muy personal, en el que parece que, al igual que los expresionistas, busca captar la sensación más que una realidad mimética.

Desde joven demostró cualidades que lo diferenciaban claramente de los pintores de la escuela de David. En un viaje a Italia conoce la obra de Miguel Ángel que se convierte en su principal inspiración, presente en muchos de sus cuadros. Toma de sus obras la fuerza contenida de los gestos en sus personajes y la tensión y dinamismo de sus anatomías. Sus cuadros no fueron muy apreciados en su momento por su falta de academicismo y sus polémicos temas. Murió muy joven por una dolorosa enfermedad que le impidió pintar en la última etapa de su vida.

Theodore Gericault Carga del husar

“La carga del húsar” (1812)

Theodore Gericault Coracero herido

“El coracero herido” (1814)

Sus primeros cuadros, “La carga del húsar” (1812) y “El coracero herido” (1814) son representaciones de soldados en el fragor de la batalla, obras de gran dinamismo y audaces escorzos, pincel brioso y colores cálidos. “La carga del húsar” se presentó al principio como un retrato de alguien en concreto, pero Géricault comprendió que si lo convertía en un retrato anónimo, su valor simbólico aumentaba, pasando a representar el combate de todos los franceses que luchaban en aquella época tan belicosa.

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“La Balsa de la Medusa” (1819)

En 1819 expone en el Salón “La Balsa de la Medusa”, cuadro basado en un suceso contemporáneo y político: el escandaloso naufragio de la fragata francesa “La Méduse” provocado por un capitán incompetente que había conseguido su cargo por el solo hecho de apoyar a los Borbones. 146 supervivientes se apiñaron en una balsa construida apresuradamente y cuando fueron rescatados, al cabo de trece días, solo quedaban cinco vivos. Según el crítico Jonathan Miles, la balsa arrastró a los supervivientes “hacia las fronteras de la experiencia humana. Desquiciados, sedientos y hambrientos, asesinaron a los amotinados, comieron de sus compañeros muertos y mataron a los más débiles.”. No es un suceso ni histórico ni alegórico pero está tratado con los elementos tradicionales del género histórico: gran formato, lección de anatomía y dramatismo. El tratamiento de los desnudos es clásico y la composición es perfectamente piramidal. La paleta de colores es muy limitada, toda con tonos pardos claros y oscuros, dando una sensación de angustia y desamparo. La pincelada es muy suelta y los contornos son imprecisos. El cuadro es una mezcla de belleza y horror con los cuerpos atléticos pero mutilados de los náufragos y sus expresiones desesperadas, ese contraste será una constante en la obra de Géricault, como en los retratos que hizo de los enfermos mentales del sanatorio del doctor Étienne-Jean Georget (pintados del natural) y sobre todo de los estudios al óleo que realizó de miembros amputados, unos macabros bodegones muy apreciados por Delacroix.

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“La ludópata” (1819-1822)

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“El cleptómano” (1822)

Sus últimas obras reflejaban el mundo que la gente no quería ver, son pinturas oscuras y turbias. Los cuadros de dementes causaron un gran impacto ya que en esa época se consideraba a los enfermos mentales como no humanos y eran una realidad escondida. Son retratos descarnadamente reales, sin rastro de idealismo, en los que se muestra de manera crítica la vida cotidiana del siglo XIX.

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Estudio de miembros amputados

 

EUGÈNE DELACROIX (1798-1863)

Se le considera el pintor romántico francés por excelencia. Provenía de una familia rica, bien relacionada y cultivada. Poseía un sinfín de talentos y estaba admirablemente formado en las artes y las letras. Delacroix era muy apreciado por la sociedad francesa y se relacionaba con escritores como Victor Hugo, Alexandre Dumas, Stendhal, Baudelaire o Lord Byron, por el que sentía una predilección especial, y con músicos como Frédéric Chopin, Franz Liszt o Franz Schubert. Por el contrario, no se relacionaba mucho con los pintores de la época.

"Huérfana en el cementerio" (1823)

“Huérfana en el cementerio” (1823)

Delacroix revolucionó la pintura histórica introduciendo temas literarios y alejándose del frio y severo estilo institucionalizado por David, que imitaba los frisos clásicos, y representando figuras que expresan sentimientos como el odio, la piedad o el temor, en definitiva, humanizando a sus personajes.

Delacroix - Barca de Dante

“La barca de Dante” (1822)

En 1822, a los veinticuatro años, presenta en el Salón su obra “La barca de Dante”, una especie de versión literaria de “La balsa de la Medusa” de Géricault en la que pinta a Dante y Virgilio atravesando la laguna Estigia y rodeados de condenados que quieren desesperadamente subir a la barca para escapar del infierno. El barquero Caronte está representado de espaldas, con una gran tensión muscular que refleja el esfuerzo que está haciendo para que la barca no vuelque por la acción de los condenados. Al fondo se ve una ciudad en llamas sobre un cielo oscuro y tormentoso. Las figuras desnudas de los condenados están iluminadas por una luz potente que contrasta con la penumbra de las figuras de la barca, pesadamente vestidas y dan una gran sensación de angustia, sus anatomías robustas y musculadas están muy influenciadas por Rubens y Miguel Ángel y sus rostros son tremendamente expresivos y dramáticos. La obra fue muy alabada y obtuvo un éxito inmediato que encumbró a Delacroix como uno de los mejores artistas del momento.

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“La muerte de Sardanápalo” (1827)

Por el contrario, “La muerte de Sardanápalo” (1827) fue rechazada y provocó un gran escándalo por “su falta de perspectiva, su pincelada demasiado libre y sus deficiencias en el dibujo”. Narra la historia del rey de Nínive que, amenazado de muerte, decide suicidarse con todas sus mujeres y caballos e incendiar el palacio y la ciudad para que el enemigo no se apropiara de ellos. Es un cuadro sensual y terrorífico a la vez, presidido por una inmensa cama roja alrededor de la cual se desarrolla una orgía de sexo y muerte. La iluminación genera una diagonal que va desde el monarca, arriba en lo alto, hasta el soldado que está matando a una mujer abajo a la derecha. Es una composición muy abigarrada donde las figuras parecen moverse a un ritmo endiablado y que, a pesar de las críticas, supuso el triunfo definitivo de la estética romántica.

“La libertad guiando al pueblo” (1830)

“La libertad guiando al pueblo” (1830)

Delacroix participó en las revueltas que acabaron con la destitución del Rey Carlos X, y en 1830 las pintó en “La libertad guiando al pueblo”, un cuadro donde enlazaba perfectamente la realidad con la alegoría, los héroes del pueblo junto a la Libertad encarnada en una mujer. La composición es un triángulo equilátero cuya base son los cuerpos de los muertos caídos en la defensa de sus ideas y una barricada sobre la se alzan tres figuras: en el centro una mujer con los pechos al descubierto y la bandera de Francia, la libertad, escoltada por un niño con pistolas, que representa el futuro de la sociedad, y la figura armada del propio pintor, con sombrero de copa, que representa a la burguesía, al lado del pintor hay un joven vestido con andrajos que simboliza a la clase obrera. En el fondo del cuadro se representa a la muchedumbre y el humo de la ciudad sublevada. Hay un gran equilibrio entre el clasicismo de la composición y la sensación de caos y destrucción que trasmite la escena. Como en otros cuadros de Delacroix todo es muy teatral y dramático, por lo tanto, perfectamente romántico. La paleta de colores es vibrante, sobro todo los tres colores de la bandera francesa portada por la libertad y que destaca en un entorno de tonos ocres, grises y marrones. La luz es muy contrastada dando una sensación de irrealidad. El cuadro fue comprado por el estado francés que lo consideró demasiado agresivo para ser mostrado al pueblo.

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“Fanáticos en Tánger” (1838)

En 1832 viajó por el norte de África, tomando apuntes y dibujando bocetos que a su vuelta a Francia usaría para crear obras muy influenciadas por la luz y el exotismo de aquella región.

En la última etapa de su vida recibirá encargos por parte de las autoridades y las clases dirigentes para decoraciones murales de edificios oficiales, iglesias y palacios.

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Fresco del Palais Bourbon

A pesar de su pincelada expresiva y la importancia del color en toda su obra, los óleos de Delacroix tienen las tonalidades oscuras y terrosas características del siglo XIX, por el contrario, sus acuarelas y dibujos son de vivos colores. Poco antes de morir escribió en su diario: “El mérito de una pintura es producir una fiesta para la vista. Lo mismo que se dice tener oído para la música, los ojos han de tener capacidad para gozar la belleza de una pintura. Muchos tienen el mirar falso o inerte; ven los objetos, pero no su excelencia”.

 JEAN-AUGUSTE-DOMINIQUE INGRES (1780-1867)

Procedía de una familia de artesanos de Montauban y pasó gran parte de su vida en Roma, donde descubrió a Rafael Sanzio y la pintura del Quattrocento italiano, de gran influencia en toda su obra. Ingres, en contra de la corriente romántica imperante, da protagonismo a la línea sobre el color. Su estilo es muy personal, a veces recupera las tonalidades claras del Rococó francés, tratando el color local como una serie de esmaltes sobre los que añadirá las sombras. En sus cuadros no existe el “marrón” que marcó la pintura de la época. Ha sido un artista de difícil clasificación por los especialistas, de hecho, sus cuadros no fueron muy apreciados en Francia hasta que en 1824 presentara la obra “El voto de Luis XIII”, aclamada unánimemente.

“El voto de Luis XIII”

“El voto de Luis XIII” (1824)

El estilo de Ingres está directamente enfrentado con el de Delacroix, por lo que en su momento fue considerado un artista académico, retrógrado y enemigo de la vanguardias, una leyenda totalmente absurda. En lo que todo el mundo está de acuerdo es en reconocer la maestría y exactitud de su dibujo, la pureza de sus formas y su originalidad creativa.

A lo largo de su vida ostento varios cargos oficiales, tanto artísticos como políticos y también fue un gran violinista, formando parte de la orquesta de Toulouse.

Su obra puede dividirse básicamente en tres géneros: La pintura histórica y mitológica, los retratos y los desnudos femeninos.

Ingres - Muerte de Leonardo

“La muerte de Leonardo da Vinci” (1818)

Respecto al primero, Ingres fue un continuador de la obra de David, prácticamente todas sus obras son neoclásicas con algunas excepciones como “La muerte de Leonardo da Vinci” (1818), que se podría enmarcar en el llamado “Estilo Trovador”, una corriente menor dentro del Romanticismo que retrataba escenas del pasado no clásico con un estilo muy similar a la pintura holandesa del siglo XVII, muy plana, detallista e intimista.

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“Júpiter y Tetis” (1811)

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“La apoteosis de Homero” (1827)

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“Edipo y la Esfinge” (1808)

Entre las obras mitológicas destaca “Júpiter y Tetis” (1811), “La apoteosis de Homero” (1827) o “Edipo y la Esfinge” (1808) una obra de la que el crítico Théodore Silvestre opinó que Ingres era “un chino extraviado en las ruinas de Atenas”, por su manera excéntrica y exótica de interpretar el clasicismo antiguo.

"Mme. de Sennones" (1814)

“Mme. de Sennones” (1814)

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“Princesse de Broglie” (1853)

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“Comtesse d’Haussonville” (1845)

Los retratos eran considerados por Ingres como un género menor. En su estancia en Italia le sirvieron para sobrevivir en momentos de penurias económicas, después de la caída de Napoleón. Cuando volvió a Francia se convirtió en el retratista de moda de la nobleza y la alta burguesía, pintando obras tan elegantes como Mme. de Sennones (1814), la Comtesse d’Haussonville (1845) o la Princesse de Broglie (1853).

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“La gran bañista” (1808)

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“La gran odalisca” (1814)

Los desnudos femeninos ocuparon toda la vida de ingres, la primera que pintó fue “La gran bañista” (1808), de estilo neoclásico. Son famosas sus odaliscas, entre ellas “La gran odalisca” (1814), una obra de estilo orientalista mezclado con influencias de Rafael y también del Manierismo o “El baño turco” (1862), que representaban a mujeres que Ingres nunca vio personalmente, son cuerpos soñados excelentemente representados.

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“El baño turco” (1862)

Ingres padeció graves problemas visuales al final de su vida, por lo que tuvo que valerse de colaboradores para poder ultimar sus obras. Murió a los ochenta y siete años de edad.

Goya: Caprichos y Disparates

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INTRODUCCIÓN

Los pintores visionarios surgieron en plena época de la Razón. Sus obras principales fueron hechas en las décadas críticas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante las cuales el Neoclasicismo comienza a mezclarse con el Romanticismo. Es la época de los arquitectos revolucionarios utópicos, como Boullée y Ledoux y también de la crisis del racionalismo ilustrado, que acabaría ahogado por sus propios excesos y por la Revolución Francesa, que acabaría con el Antiguo Régimen.

A nivel artístico el culto a la Razón se vería también cuestionado y rebasado por una serie de nuevos postulados que apostaban por la imaginación y por la libertad creativa frente a la rígida norma y el academicismo. Así surgen una serie de pintores e toda Europa, llamados visionarios, que plasmaron un mundo onírico y fantástico en cuadros y grabados. Se oponían a la estricta norma clásica repleta de reglas y ofrecían un nuevo espectáculo en sus obras, basado en la fantasía, lo sensible, la diversidad de la realidad, lo posible y, a veces, en lo feo, lo horrible y la pesadilla.

Francisco de Goya contrajo en 1792, durante un viaje a Andalucía, una extraña enfermedad que lo dejaría sordo y lo recluiría en un mundo introvertido. Desde entonces su estilo experimentó un cambio asombroso. Aunque Goya no se inspiraría en motivos religiosos, la Biblia, la mitología o la literatura como sus coetáneos visionarios europeos, sino que lo hizo directamente en la realidad cotidiana, en el ambiente revuelto y convulso que le rodeaba, a caballo entre dos siglos, entre los cuales la razón había conducido a la revolución.

Goya percibió el elemento demoníaco en la vida misma, en lo atroz, la miseria humana, la injusticia, el hambre, la guerra, la superstición, la brujería o la incultura. No necesitó desplazar su imaginación hacía un mundo fantástico fuera de lo terrenal. El pintor, en su crítica de la sociedad española de la época, profundamente inculta y supersticiosa, llegó a “lo horrible”. El maestro abrió el camino al romanticismo histórico y hasta se adelantó al expresionismo, con si estética, técnica y significado de sus obras.

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 LOS CAPRICHOS

Son una colección de 80 estampas, grabadas al aguafuerte y aguatinta y con retoques de punta seca. Fueron puestas a la venta en febrero de 1799 y son consideradas como una obra clave de su pintura y uno de los emblemas del arte moderno.

Desde un principio, Goya insistió en el carácter general e irónico de la obra, intentando que no se asociara ninguno de sus personajes con alguna persona real y dejando muy claro que no pretendía ridiculizar a nadie en concreto. Aún así, se sabe que tuvo problemas con algunos miembros de la aristocracia y el clero y, seguramente por miedo a la Inquisición, acabó retirándolos de la venta.

En 1803 decidió ofrecer las planchas y todas las tiradas disponibles al rey, con destino a la Real Calcografía, para evitar que fueran destruidas.

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Los Caprichos son consecuencia por un lado del ambiente general de la época, en la que la Revolución Francesa finiquitó una sociedad estamental con “pretensiones” ilustradas y por otro lado del aislamiento de Goya, provocado por su enfermedad y total sordera final.

Otra influencia muy clara es la tradición de la literatura picaresca del barroco español, de la que deriva el realismo social y la denuncia de una realidad más o menos oculta.

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Goya inventó, inspirándose en la realidad envolvente, todo un mundo de personajes populares, que sobresalen por sus defectos y vicios. Recreó caricaturescamente ciertos tipos humanos tras de observar analíticamente y con juicio crítico la sociedad de su tiempo.

Sistematizó arquetipos sociales estableciendo relaciones entre los caracteres de algunos hombres y los de determinados animales. Algunas de estas relaciones son emblemáticas y han pasado a formar parte del imaginario popular, incluso en nuestros días: los murciélagos (la encarnación del diablo), búhos (animales intolerantes con la verdad, por eso prefieren vivir en la oscuridad), gatos (ladrones y traidores), perros (aduladores), linces (visión penetrante), asnos (la ignorancia), monos (representan la parte bestial de la naturaleza humana y la impureza), machos cabríos (la lascivia) o zorras (prostitutas). Goya reflejó la depravación ética y toda su animalidad de manera demoníaca y sin rastro de racionalidad.

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Los Caprichos son una crítica social humorística de las costumbres y vicios de entonces. Es un arte comprometido y desmitificador, donde se rompe con el antropocentrismo clasicista, tan ideal, y muestra una estética de lo feo y una profunda irracionalidad humana.

Las láminas se acompañan de títulos o leyendas más o menos breves, son dichos populares, sentencias lapidarias o frases con un significado muy vago, casi enigmático. Se percibe un ataque a la Inquisición y la Iglesia, a veces muy sesgado, a veces claramente manifiesto, que muestra al Goya más ilustrado y anticlerical. Las escenas parecen haber sido soñadas en una serie de noches de pesadilla, donde se daban cita prostitutas, ladrones, brujas, fantasmas y animales fantásticos.

Las mujeres asumen distintas formas físicas y condiciones morales diferentes: jóvenes bellas que inducen al pecado y a su vez son víctimas de él y celestinas y brujas feas, desdentadas y viejas. Los personajes masculinos son mucho más variados: galanes, frailes, duendes, bandoleros, alguaciles, notarios, músicos y médicos pretenciosos e ignorantes, nobles, labriegos, homosexuales, etc… Todos ellos componen distintas escenas, como actores de la gran comedia de la vida.

Los Caprichos carecen de una estructura organizada y coherente, pero posee importantes núcleos temáticos. Los temas más numerosos son: la brujería nocturna, los sueños, la vida de frailes y obispos, retratados como perezosos, glotones bebedores y lujuriosos, la “asnería” o el mundo al revés, la sátira erótica, que relaciona con la prostitución y el papel de la celestina, y, en menor número, la sátira social de los matrimonios desiguales, de la educación de los niños y de la Inquisición.

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¡Y_aún_no_se_van!

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Sopla

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LOS DISPARATES O PROVERBIOS

Es una serie de 22 estampas al aguafuerte y a la aguatinta con retoques de punta seca y bruñidor, realizada entre 1815 y 1823, fecha del exilio del pintor. Permaneció inédita hasta el año 1864, cuando la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando editó dieciocho grabados bajo el título de “Proverbios”, que años más tarde fueron ampliados al encontrarse cuatro láminas más, que estaban en poder del pintor madrileño Eugenio Lucas, gran admirador de Goya.

Aunque las imágenes sean formalmente precisas, hay mucha dificultad para interpretar su significado , incluso hay diferentes lecturas de las mismas, algunas bastante dispares entre si. La serie probablemente está incompleta.

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Representan escenas alegóricas, sueños esperpénticos, disparates fantasmagóricos que encierran un profundo significado ético y político, también hay escenas de violencia y sexo. Parece ser que Goya disfrutaba convirtiendo sus grabados en verdaderos jeroglíficos. No se sabe la verdadera razón de ello, si era causa de su personalidad o si lo hacia intencionadamente para no tener problemas con las autoridades.

Emplea un lenguaje sarcástico, enigmático e incluso incongruente, pero esto solo es en apariencia. Juega con la ambigüedad, plasma imágenes dobles, perceptibles visualmente en sus formas, pero de significados complejos.

Estudios recientes suponen que esta serie critica la política incongruente de Fernando VII así como de la sociedad de la época. La actitud absolutista del monarca estaba totalmente fuera de su tiempo, era algo desfasado y anticonstitucional y contaba con el apoyo de una iglesia corrupta y de una aristocracia ociosa e indolente, incluso viciosa.

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En realidad Los Disparates son una continuación de Los Caprichos. Los dos denuncian al mismo Estado, aunque esta vez la crítica es mucho más política.

Hay una cierta evolución formal tendente a un pesimismo estético muy goyesco. Aquellos sueños de la razón que eran Los Caprichos se han convertido en pesadillas perturbadoras, llenas de monstruos envueltos en entornos oscuros, muchas veces vacíos y negros, rozando la irrealidad. No suele haber paisaje de fondo aunque algunas veces se insinúe algún elemento de la naturaleza, sobre todo árboles secos y sin hojas.

El orden de las estampas continua siendo un enigma. La Academia las ordenó aleatoriamente y años más tarde, se descubrieron dos numeraciones distintas que no coincidían entre ellas, por lo que aún no se ha resuelto el problema de la continuidad lógica de la serie.

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1280px-Prado_-_Los_Disparates_(1864)_-_No._07_-_Disparate_desordenado

1280px-Prado_-_Los_Disparates_(1864)_-_No._08_-_Los_ensacados

1280px-Prado_-_Los_Disparates_(1864)_-_No._13_-_Modo_de_volar

1280px-Prado_-_Los_Disparates_(1864)_-_No._12_-_Disparate_alegre

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