Goya: Caprichos y Disparates
INTRODUCCIÓN
Los pintores visionarios surgieron en plena época de la Razón. Sus obras principales fueron hechas en las décadas críticas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante las cuales el Neoclasicismo comienza a mezclarse con el Romanticismo. Es la época de los arquitectos revolucionarios utópicos, como Boullée y Ledoux y también de la crisis del racionalismo ilustrado, que acabaría ahogado por sus propios excesos y por la Revolución Francesa, que acabaría con el Antiguo Régimen.
A nivel artístico el culto a la Razón se vería también cuestionado y rebasado por una serie de nuevos postulados que apostaban por la imaginación y por la libertad creativa frente a la rígida norma y el academicismo. Así surgen una serie de pintores e toda Europa, llamados visionarios, que plasmaron un mundo onírico y fantástico en cuadros y grabados. Se oponían a la estricta norma clásica repleta de reglas y ofrecían un nuevo espectáculo en sus obras, basado en la fantasía, lo sensible, la diversidad de la realidad, lo posible y, a veces, en lo feo, lo horrible y la pesadilla.
Francisco de Goya contrajo en 1792, durante un viaje a Andalucía, una extraña enfermedad que lo dejaría sordo y lo recluiría en un mundo introvertido. Desde entonces su estilo experimentó un cambio asombroso. Aunque Goya no se inspiraría en motivos religiosos, la Biblia, la mitología o la literatura como sus coetáneos visionarios europeos, sino que lo hizo directamente en la realidad cotidiana, en el ambiente revuelto y convulso que le rodeaba, a caballo entre dos siglos, entre los cuales la razón había conducido a la revolución.
Goya percibió el elemento demoníaco en la vida misma, en lo atroz, la miseria humana, la injusticia, el hambre, la guerra, la superstición, la brujería o la incultura. No necesitó desplazar su imaginación hacía un mundo fantástico fuera de lo terrenal. El pintor, en su crítica de la sociedad española de la época, profundamente inculta y supersticiosa, llegó a “lo horrible”. El maestro abrió el camino al romanticismo histórico y hasta se adelantó al expresionismo, con si estética, técnica y significado de sus obras.
LOS CAPRICHOS
Son una colección de 80 estampas, grabadas al aguafuerte y aguatinta y con retoques de punta seca. Fueron puestas a la venta en febrero de 1799 y son consideradas como una obra clave de su pintura y uno de los emblemas del arte moderno.
Desde un principio, Goya insistió en el carácter general e irónico de la obra, intentando que no se asociara ninguno de sus personajes con alguna persona real y dejando muy claro que no pretendía ridiculizar a nadie en concreto. Aún así, se sabe que tuvo problemas con algunos miembros de la aristocracia y el clero y, seguramente por miedo a la Inquisición, acabó retirándolos de la venta.
En 1803 decidió ofrecer las planchas y todas las tiradas disponibles al rey, con destino a la Real Calcografía, para evitar que fueran destruidas.
Los Caprichos son consecuencia por un lado del ambiente general de la época, en la que la Revolución Francesa finiquitó una sociedad estamental con “pretensiones” ilustradas y por otro lado del aislamiento de Goya, provocado por su enfermedad y total sordera final.
Otra influencia muy clara es la tradición de la literatura picaresca del barroco español, de la que deriva el realismo social y la denuncia de una realidad más o menos oculta.
Goya inventó, inspirándose en la realidad envolvente, todo un mundo de personajes populares, que sobresalen por sus defectos y vicios. Recreó caricaturescamente ciertos tipos humanos tras de observar analíticamente y con juicio crítico la sociedad de su tiempo.
Sistematizó arquetipos sociales estableciendo relaciones entre los caracteres de algunos hombres y los de determinados animales. Algunas de estas relaciones son emblemáticas y han pasado a formar parte del imaginario popular, incluso en nuestros días: los murciélagos (la encarnación del diablo), búhos (animales intolerantes con la verdad, por eso prefieren vivir en la oscuridad), gatos (ladrones y traidores), perros (aduladores), linces (visión penetrante), asnos (la ignorancia), monos (representan la parte bestial de la naturaleza humana y la impureza), machos cabríos (la lascivia) o zorras (prostitutas). Goya reflejó la depravación ética y toda su animalidad de manera demoníaca y sin rastro de racionalidad.
Los Caprichos son una crítica social humorística de las costumbres y vicios de entonces. Es un arte comprometido y desmitificador, donde se rompe con el antropocentrismo clasicista, tan ideal, y muestra una estética de lo feo y una profunda irracionalidad humana.
Las láminas se acompañan de títulos o leyendas más o menos breves, son dichos populares, sentencias lapidarias o frases con un significado muy vago, casi enigmático. Se percibe un ataque a la Inquisición y la Iglesia, a veces muy sesgado, a veces claramente manifiesto, que muestra al Goya más ilustrado y anticlerical. Las escenas parecen haber sido soñadas en una serie de noches de pesadilla, donde se daban cita prostitutas, ladrones, brujas, fantasmas y animales fantásticos.
Las mujeres asumen distintas formas físicas y condiciones morales diferentes: jóvenes bellas que inducen al pecado y a su vez son víctimas de él y celestinas y brujas feas, desdentadas y viejas. Los personajes masculinos son mucho más variados: galanes, frailes, duendes, bandoleros, alguaciles, notarios, músicos y médicos pretenciosos e ignorantes, nobles, labriegos, homosexuales, etc… Todos ellos componen distintas escenas, como actores de la gran comedia de la vida.
Los Caprichos carecen de una estructura organizada y coherente, pero posee importantes núcleos temáticos. Los temas más numerosos son: la brujería nocturna, los sueños, la vida de frailes y obispos, retratados como perezosos, glotones bebedores y lujuriosos, la “asnería” o el mundo al revés, la sátira erótica, que relaciona con la prostitución y el papel de la celestina, y, en menor número, la sátira social de los matrimonios desiguales, de la educación de los niños y de la Inquisición.
LOS DISPARATES O PROVERBIOS
Es una serie de 22 estampas al aguafuerte y a la aguatinta con retoques de punta seca y bruñidor, realizada entre 1815 y 1823, fecha del exilio del pintor. Permaneció inédita hasta el año 1864, cuando la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando editó dieciocho grabados bajo el título de “Proverbios”, que años más tarde fueron ampliados al encontrarse cuatro láminas más, que estaban en poder del pintor madrileño Eugenio Lucas, gran admirador de Goya.
Aunque las imágenes sean formalmente precisas, hay mucha dificultad para interpretar su significado , incluso hay diferentes lecturas de las mismas, algunas bastante dispares entre si. La serie probablemente está incompleta.
Representan escenas alegóricas, sueños esperpénticos, disparates fantasmagóricos que encierran un profundo significado ético y político, también hay escenas de violencia y sexo. Parece ser que Goya disfrutaba convirtiendo sus grabados en verdaderos jeroglíficos. No se sabe la verdadera razón de ello, si era causa de su personalidad o si lo hacia intencionadamente para no tener problemas con las autoridades.
Emplea un lenguaje sarcástico, enigmático e incluso incongruente, pero esto solo es en apariencia. Juega con la ambigüedad, plasma imágenes dobles, perceptibles visualmente en sus formas, pero de significados complejos.
Estudios recientes suponen que esta serie critica la política incongruente de Fernando VII así como de la sociedad de la época. La actitud absolutista del monarca estaba totalmente fuera de su tiempo, era algo desfasado y anticonstitucional y contaba con el apoyo de una iglesia corrupta y de una aristocracia ociosa e indolente, incluso viciosa.
En realidad Los Disparates son una continuación de Los Caprichos. Los dos denuncian al mismo Estado, aunque esta vez la crítica es mucho más política.
Hay una cierta evolución formal tendente a un pesimismo estético muy goyesco. Aquellos sueños de la razón que eran Los Caprichos se han convertido en pesadillas perturbadoras, llenas de monstruos envueltos en entornos oscuros, muchas veces vacíos y negros, rozando la irrealidad. No suele haber paisaje de fondo aunque algunas veces se insinúe algún elemento de la naturaleza, sobre todo árboles secos y sin hojas.
El orden de las estampas continua siendo un enigma. La Academia las ordenó aleatoriamente y años más tarde, se descubrieron dos numeraciones distintas que no coincidían entre ellas, por lo que aún no se ha resuelto el problema de la continuidad lógica de la serie.